No leo tanto como antes artículos de opinión y editoriales de revistas de coches y medios de motor en general. Pero cuando lo hago, no es raro que encuentre textos sobre los límites de velocidad, que habitualmente encierran deseos velados de que sean modificados al alza.
Siempre, o casi siempre que leo algo relacionado con la posibilidad de aumentar el límite máximo, el argumento omnipresente (no es el único, pero sí el más recurrido con diferencia) es que los coches son mejores que antes, que tienen muchas más medidas de seguridad. No cabe duda. Pero me parece un motivo insuficiente para que la velocidad haya que aumentarla infinitamente a la par que la tecnología avanza. Otro argumento que algunos consideran de peso es que los límites son los mismos que hace 40 años. Pero lo primero de todo, habría que pensar si 120 km/h no eran entonces desproporcionados. 
Es cierto que los coches han cambiado a mejor (también tienen más cosas con las que distraerse, como pantallas con muchas funciones que no se pueden manejar sin retirar la vista de la carretera), pero los conductores siguen siendo los mismos.
Creo que me sentiría cómodo pudiendo ir legalmente a 180 km/h por una autopista con un coche moderno y seguro. Estoy convencido que podría circular de forma ordenada y que no me sentiría intimidado por otros conductores que condujeran a una velocidad similar e incluso a una mayor. Pero lo que también sé, es que no me gustaría que otras personas que me rodean –que están más «indefensas» que yo al volante o sencillamente que no tienen ninguna intención de vivir “fuertes sensaciones” a los mandos de un coche— soportaran la tensión y el peligro de compartir la vía con coches y conductores que circulan una velocidad mucho mayor. Cuanta mayor sea la diferencia de velocidad entre los distintos vehículos, más probable es que se den momentos de peligro. Esto es indiscutible.
limites
La conducción es una actividad que se ha democratizado y eso son buenas noticias. Dado que todo conductor tiene los mismos derechos para usar la vía, resulta razonable que haya una ley de tráfico justa y con la que la mayoría se encuentre aceptablemente cómoda. La vía pública no es para que unos pocos nos divirtamos (y me declaro entre los que les gusta conducir), para que otros ganen tiempo, ni para que cada uno imponga la velocidad que considere oportuno. Quien decida, quienes decidamos (me incluyo), circular a una velocidad mayor de la legalmente establecida, no nos queda otro remedio que asumir las consecuencias.
Ojo, no estoy diciendo que la velocidad ideal sea la que tenemos ahora; quizá sea una mayor o una inferior. No tengo idea de cuál es esa velocidad “óptima y democrática”, la velocidad ideal para todos (pero, ¿quién lo sabe?). Cuando pienso en esto me asaltan las siguientes preguntas:
1. ¿Los actuales límites son inadecuados? ¿Para quién? ¿Si hubiera un referéndum, la opción de subir la velocidad en autopista o autovía sería la opción ganadora?.
2. ¿Es necesario modificar los actuales límites en autopista, vías secundarias o en ciudad?. Si se hace ¿quién se ve beneficiado y en qué medida?.
3. Por otra parte, ¿La presión social es lo suficientemente grande como para que las fuerzas políticas deban incorporar este debate a sus agendas de forma prioritaria?.
 

Enrique Calle