A principios de 2012 Chevrolet nos dejó el primer Volt matriculado en España para probarlo detenidamente. Era la primera apuesta seria de una marca por comercializar en nuestro país un coche que podía usarse utilizando electricidad, aunque solo fuese durante 60 km.
De aquella prueba recuerdo la odisea que supuso enfrentarse al problema de los puntos de recarga públicos. La mayoría no funcionaban y las frases que más escuché fueron «eres el primero que ha venido a utilizarlo» o «espera, que tengo que mirar en los papeles, nunca lo hemos utilizado».  Al final, la salvación, más allá de el enchufe de casa, fueron los centros comerciales. Todo lo que pasó lo fui contando en el blog.

Desde entonces, hay cosas que han cambiado, entre ellas la presión sobre el automóvil como culpable de ciertos males (y no sin razón). Hay ayuntamientos que están limitando el uso del coche para reducir la contaminación. Por ahora lo hacen de manera arbitraria (matrículas terminadas en par o impar), pero en el futuro parece que se va a tener en cuenta en qué magnitud perjudican al medio ambiente. De ahí la utilidad de las etiquetas que la DGT está enviando para colocar en el parabrisas de los vehículos y que permitirán identificar los coches según la siguiente clasificación: 0 (cero emisiones), ECO, C y B; más información en la web de la DGT (de paso aprovecho: ¿no existe una solución más moderna y práctica que una pegatina para el parabrisas?).

Los que nos gobiernan alimentan, de palabra, no de obra, la adquisición de coches sin emisiones contaminantes, al menos directas. La subvención a los vehículos con fuentes de energía alternativas sigue sin ser aprobada y, en las ciudades, no se crean infraestructuras que fomenten su uso. El único empujón que reciben es, por ejemplo, la bula municipal del ayuntamiento de Madrid cuando se establecen limitaciones a la circulación, el estacionamiento gratuito en las zonas reguladas (verde y azul) y el poder circular por el carril VAO con un único ocupante.
Por otro lado, los fabricantes de automóviles no han dejado de ampliar sus gamas de coches híbridos enchufables o eléctricos (listado de los que se pueden comprar en este momento), a la par que se quejan —no sin motivo— de la poca ayuda institucional para potenciar su uso (= sus ventas). Pero como dice el refrán, a Dios rogando y con el mazo dando, porque salvo la marginal (al menos en España) Tesla, ninguna facilita a sus clientes de un coche enchufable su utilización tras la venta porque, salvo casos puntuales, no ofrecen puntos de recarga en sus instalaciones disponibles las 24 horas. Y esto, en parte, se debe a las complicaciones que se ponen desde el Minas del Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital para poder ser un «Gestor de Carga», que es como denominan a aquellos que desempeñan el papel de revender la electricidad para la recarga de vehículos eléctricos. 

Cinco años después de aquella prueba del Volt he probado el segundo coche eléctrico que me ha permitido hacer un viaje entre Madrid y Zaragoza, el Renault ZOE. El primero fue el BMW i3 REX (prueba en km77). Pero ese coche contaba con un motor de gasolina para generar electricidad, así que el ZOE ha sido el primero que no tenía un depósito de combustible. Y como ocurrió en 2012, la prueba se ha convertido en una aventura…
Continuará…