En estos días de verano es muy habitual (en programas de televisión, revistas, etc.) el encontrarse con reportajes del tipo “Los diez mejores…” que sirve para clasificar desde los diez famosos peor (o mejor) vestidos a los diez mejores chiringuitos de playa o formas de preparar gazpacho. Supongo que a todos en el fondo nos gustan los “ranking” y demás clasificaciones.
Pues nada, este blog no se va a privar de contagiarse del ambiente estival y aquí está, creada de forma absolutamente subjetiva, la lista de:
“Las diez cosas que todo aficionado al automóvil debe hacer al menos una vez en la vida.”
1. Asistir a un Gran Premio de Fórmula 1
Me encanta ver la cara de las personas que por primera vez asisten a un Gran Premio. El ruido les deja tan perplejos que apenas pueden parpadear. La sensación de maquinaria funcionando al límite de su capacidad, la tensión, los colores… es algo a vivir al menos una vez. Como evento ideal podríamos decir Mónaco por su fama, pero posiblemente Spa y Silverstone sean opciones con el mismo peso histórico (y mucho más asequibles en coste).
2. Visitar la zona de Módena
Para vivir el entorno de los “superdeportivos” no hay mejor sitio que Módena. En una zona de apenas cuarenta kilómetros podemos ver las sedes de Ferrari, Lamborghini, Pagani, Maserati, De Tomaso y toda la industria auxiliar que lleva pareja. Además de museos, visitas guiadas y otros entretenimientos, todo tiene lugar en una zona preciosa con excelentes carreteras y gastronomía, y el poder ver a los lugareños apenas pestañear cuando ven pasar un Ferrari Enzo por delante de ellos sigue siendo algo chocante para los que venimos de fuera.
3. Vivir la noche del Turini
Cuando el rallye de Montecarlo era el “auténtico” (ahora nunca tengo claro si puntúa para el Mundial, qué coches corren o que tramos se recorren y si todavía salen de Bad Homburg o Barcelona) su momento especial era la disputa de los tramos nocturnos en la zona del Col del Turini. En unas pocas curvas se congregan centenares de aficionados para ver pasar los coches. La sensación en plena noche de oír como se acercan los coches para, una vez delante, verlos iluminados por miles de flashes activados al mismo tiempo es algo irreal. La presencia de algunos insensatos que ponen nieve adicional en la carretera para que los coches se crucen más es ya también parte de la idiosincrasia de la noche del Turini. Imprescindible ropa de abrigo, paciencia y termo de buen café.
4. Ir a Detroit
Conozco bien Estados Unidos, y creo que no falto a la verdad si digo que una de sus ciudades más fea, inhóspita y peligrosa es Detroit. La vieja “Motown” vive los momentos duros propios de una industria (la del automóvil americano) en el punto más bajo de su declive. Sin embargo, no deja de ser un auténtico símbolo de lo que ha sido la industria del motor, capaz de hacer florecer una gran urbe y de dejarla caer en menos de un siglo. Todos los que amamos los coches podremos sentir en cada calle cómo el coche ha cambiado y cómo marca la sociedad en la que vivimos, y cómo si no cuidamos nuestra industria también nos puede llevar a la miseria. Una ciudad que tiene como nombre de su equipo de baloncesto el de los “Pistons” deja ya claras sus intenciones.
5. Rodar en Nürburgring
Para algunos el Nürburgring es un circuito de Fórmula 1 algo anodino, pero eso es porque no se están refiriendo al trazado antiguo, al Infierno Verde, que es el Nordschleife. Sus más de 20 kilómetros de longitud son un auténtico reto hasta para el más experto piloto, con todo tipo de curvas (algunas con los peraltes adoquinados como la zona del Karussell), cambios de rasantes y demás dificultades. Muchas marcas de coches tienen una sede ahí al ser un lugar perfecto para la puesta a punto de nuevos modelos. Es también el circuito donde Niki Lauda tuvo su famoso accidente. En la actualidad apenas se disputan carreras ahí, pero su atractivo principal es que cualquiera, por un módico precio (la última vez que estuve eran 20€ por vuelta o algo parecido) puede acceder al mismo al ser considerado una carretera de peaje de sentido único. Lo ideal sería hacerlo a bordo de coches como un 911 GT3 o un M3, pero si no dispone de maquinaria semejante no se sienta acomplejado, y verá como comparte pista con coches de todo tipo, desde una VW Caravelle a un Morris o un Corsa sacado del rentacar más cercano. Simplemente disfrute y vigile su retrovisor por si se le acerca un Nissan GT-R intentando batir el record de vuelta rápida.
6. Recibir un (buen) curso de conducción
La mayoría de nosotros conducimos por primera vez en un coche de autoescuela o acompañados de nuestro padre en un intento de explicarnos ese juego de embrague y acelerador que evitaba calar el coche. A partir de ahí, prácticamente todo lo que sabemos de conducir lo obtenemos sólo de la experiencia. Es una pena, ya que ciertas maniobras y habilidades (punta-tacón, trazadas correctas, secuencia de frenado, corrección de subviraje y sobreviraje, etc.) nos permiten conducir de forma más segura y, al mismo tiempo, disfrutar mucho más del coche. Es como cuando recibes un curso de enología, después del cual el vino sabe siempre mucho mejor por saber entenderlo mejor. Los cursos suelen celebrarse en circuito, por lo que también podremos experimentar esa sensación que produce el salir por primera vez a pista y encontrarse con ese mar de asfalto que es un circuito.
7. Asistir al Goodwood Festival of Speed
Difícil de explicar lo que pasa una vez al año en Gran Bretaña, en la subida en cuesta que lleva a la mansión de Goodwood House. Baste con decir que se reúnen pilotos de todas las épocas y disciplinas. Este año se pudo ver (entre otros muchos) a Derek Bell, Webber, Hamilton, Button, Marc Gené, Miki Biasion, Giacomo Agostini, Emerson Fittipaldi, Markko Martin, Stirling Moss, Surtees… Todos ellos se ponen a los mandos de coches extraordinarios de todos los tiempos. Por ejemplo, más de 30 Fómula1 de todos los tiempos completaron la subida, desde el Red Bull conducido por Webber hasta Bruno Senna conduciendo el McLaren MP4/8 con el que su tío Ayrton fue campeón del mundo. Sumemos a eso coches y motos históricos (Mercedes DTM, Benetton Ford, Lola Cosworth, Lancia 037, Buggati E35…), así como prototipos y novedades de todas las marcas (primera vez que se mostró al público el Jaguar XJR, por ejemplo) y nos encontramos con un evento que no deja de sorprender año tras año, y donde los mitos del motor son más accesibles que nunca para los aficionados, contagiados por un ambiente de “buen rollo” difícil de explicar. Importante reservar un “bed & breakfast” por la zona con mucha antelación y llevar varias tarjetas de memoria para la cámara. ¡No podrá parar de hacer fotos!
8. Vivir las 24 Horas de Le Mans
La prueba de resistencia más famosa es dura tanto para máquinas como para pilotos y, por supuesto, para los espectadores. Ir a Le Mans es meterse en un ambiente muy específico de esta carrera. Mucha gente acude con su tienda de campaña, y tienden a agruparse por nacionalidades e incluso por el coche que conducen (curioso ver decenas de tiendas de campaña alineadas y todos con sus Lotus aparcados delante, por ejemplo). El aire se llena de olor a barbacoa y cerveza, que se mezclan con el ruido de fondo de los coches entrenando. Muchas actividades (el parque de atracciones que se monta, con su famosa noria, es espectacular) rodean a todo el evento garantizando que no haya tiempo para aburrirse. Reserve tiempo para recorrer (es un buen trecho) toda la recta de Hunaurides. Premio especial si se mantiene despierto durante las 24 horas de la carrera y, sobre todo, si consigue hacerse una foto acompañado de las chicas de Hawaiian Tropic.
9. Hacer un viaje memorable en coche
Al menos una vez hay que realizar un viaje en coche que se recuerde toda la vida. Tiene que ser un viaje especial, por su longitud o por el reto que suponga. Debe ser una experiencia en que pasemos mucho tiempo con el coche, que nos hagamos el uno al otro, que nos lleve a sitios fantásticos y donde percibamos que invento tan maravilloso es. Puede ser recorrer rutas míticas como la Alaskan Highway (que forma parte de la ruta Panamerica, que en teoría llega hasta Argentina), la Route 66 o ir del Trópico de Cáncer al Círculo Polar Ártico como hizo el Sr. Moltó con su Golf. El coche no debe ser el protagonista del viaje, lo tiene que ser los sitios a los que nos lleve, pero recordando siempre que gracias a él vamos a esos sitios. Es la esencia del automovilismo y de la existencia del coche.
10. La suya
Estoy seguro que ustedes tienen sugerencias mucho mejores que las mías, y por eso les invito a sugerir cuál debería ser el décimo elemento de la lista.