No sé si antes de nada debería felicitar el nuevo año y esas cosas. Últimamente he sufrido el síndrome “cine-cuatro-ruedas” y no he sido capaz de escribir nada para el blog. Entre asuntos familiares y que andaba escaso de ideas, tanto de las buenas como de las malas, llevo unas cuantas semanas sin escupir digitalmente mis pensamientos.
Lo cierto es que allá, por 2012, dejé una entrada a medias que sí era interesante. Recuerdo, para quién no lo sepa, que el año pasado participé en el Eco Desafio Burn acompañado de un lector (lector que ahora regenta un blog en este mismo edificio).  Como ya conté en otras entradas (última etapa), era una prueba-aventura por Marruecos en la que nos lo pasamos mejor que bien, como creo que quedó claro en los vídeos que grabamos y que se pueden ver en los enlaces anteriores. Pero falta algo por contar, el coche.
Ford nos prestó un Ranger de color azul, su pick-up renovado hace no mucho tiempo y que por su tamaño es de los pocos coches en los que yo no parezco enorme sino que es él quien lo parece.  Era la versión «Double Cab», la que tiene cuatro puertas y cinco plazas. Mide 5,35 metros de longitud, 1,85 de anchura y 1,81 de altura. Subido a él —hay que llegar a los asientos utilizando la estribera como peldaño— un Mercedes-Benz Clase M o un Range Rover. Vamos, que en los semáforos miras al resto de los conductores para abajo salvo que coincidas con un camión.

Recogida en Ford España

Recogida en Ford España


Todoterrenos he conducido muchos, pero mi experiencia con los pick-up se limitaba a haber llevado  en una ocasión un Toyota Hilux. Mi recuerdo era el de un coche torpe en carretera y saltarín en caminos. El Ranger me sorprendió porque, sin ser ágil, el tacto de la dirección es muy parecido al que tiene un turismo y es fácil dirigirlo con precisión. También porque era más cómodo de lo que esperaba y la suspensión trasera de ballestas podría pasar por una de muelles dada la ausencia de rebotes en los caminos.
Era la versión Diesel de  150 CV. El Ranger pesa 2123 kg, lo que da una relación peso-potencia de 14,2 kg/CV así que no cabe esperar que pueda adelantar ocupando el carril contrario poco rato ni que recupere velocidad con rapidez pero, para una conducción tranquila, resulta suficiente, incluso con cuatro personas y la caja llena de equipaje (no muy pesado, eso sí). No es un motor refinado, vibra y suena, y el cambio manual tampoco es un prodigio en precisión, la tercera se resistía a entrar a veces (hay una versión de cambio automática que casi recomiendo sin haberla probado). A pesar de esto, el Ranger tiene poco que ver con un vehículo de manejo rudo.
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Tras el habitáculo está la caja, un espacio abierto al que se accede bien abriendo la portezuela (que no tiene ningún mecanismo para impedir que la abran; tampoco nada les impide robar/hurtar lo que haya en la caja, pero claro, la cosa es ponerlo un poco más difícil, digo yo) o directamente por los laterales, siempre que uno sea lo suficientemente alto  para llegar al interior.
La caja está recubierta de un plástico negro con unas nervaduras que evita principalmente rayar la chapa. Puede que también ayude a impedir que, en la medida de lo posible, la carga se deslice pero es completamente necesario sujetar los bultos si no queremos que salgan despedidos en un bache o una frenada. Para ello hay colocados en el piso y en los laterales unas argollas; también hay unos ganchos que se colocan en unos rieles que hay en las paredes laterales. Otra cosa que se encuentra en la caja es una utilísima toma de corriente donde conectar un compresor de aire, un foco o cualquier accesorio que sea necesario.
El día que colocamos todo el equipaje, herramientas y demás bultos llovía. Llovía y nosotros no teníamos una funda para tapar la zona de carga, así que tuvimos que meter casi todo en los asientos traseros. En la zona de carga sólo llevábamos un neumático de recambio y un arcón de plástico. El habitáculo era como un piso patera y la caja como una mansión Playboy ocupada por una sola conejita.

Unos tanto y otros tan poco....

Unos tanto y otros tan poco….

Para circular por carretera, el Ranger tiene que ir en tracción trasera. La tracción total sólo puede conectarse en suelos que permitan diferencia de giro entre las ruedas delanteras y traseras ya que la transmisión carece de diferencial central.  Es posible cambiar de tracción trasera a total en movimiento (el manual dice que hay que levantar el pie del acelerador). Se hace mediante un mando giratorio con tres posiciones. La tercera es para engranar la reductora, operación que hay que hacer con el coche parado. Unos testigos en el cuadro de instrumentos informan del estado de estas operaciones (testigo parpadeando, operación no completada; testigo iluminado, éxito)
Los mandos son similares a los de otros modelos de Ford y los asientos delanteros, en los traseros no fui, cómodos tanto en carretera como fuera de ella. En el salpicadero hay una toma de corriente y en las plazas traseras otra, son suficientes para una utilización normal y escasas si, como en nuestro caso, hay que conectar una emisora, una nevera, un gps, una cámara y un cargador de móvil. Fácil de solucionar con una toma múltiple. También hay huecos suficientes para dejar una cantidad “normal” de cosas a mano.
A mí me ha sorprendido gratamente la robustez del Ranger. Lo hemos tratado con el máximo cariño posible pero eso no le ha librado de botar, volar, hacer topes de suspensión y otros sufrimientos durante la prueba.  Lo trajimos de vuelta enterito, salvo por un golpe que le dimos a la estribera izquierda. Para poner esto en contexto diré que no todos los que fueron pueden decir lo mismo 🙂
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Pero casi me ha sorprendido más lo que pueden aguantar unos neumáticos. El Ranger llevaba unos GoodYear Wrangler, de uso mixto pero no especializados en superficies fuera del asfalto con unos tacos similares, al menos en aspecto, a los que puede tener el neumático de un turismo. Llevábamos dos de repuesto, una norma impuesta por la organización. Yo tenía la duda de si haríamos corto…Pues resulta que no, que no pinchamos ni una vez. No sé si es cuestión de suerte o de qué, pero rodar durante kilómetros por encima de un manto de piedras que parecían la zona de entrenamiento para los faquires sin rajar las cuatro ruedas me pareció milagroso. Tras unos 3000 km de viaje, no puedo decir que los neumáticos estuvisen como nuevos, de hecho a la banda de rodadura le faltaban trocitos de los mordiscos que les dieron las piedras afiladas. Pero no pinchamos ni rajamos un flanco.
Las cualidades del Ranger como todoterreno no sólo me sorprendieron a mí, sino también a un tal Manuel Plaza. Quizás a alguno le suene de algo…Resulta que nos lo encontramos en el desierto, en las dunas de Erg Chebby, probado con algunos de sus clientes los coches que había preparado para ellos. Pero esto, y lo que sucedió luego,  mejor lo cuento en otra entrada.

Celedonio