Voy a ser sincero con ustedes: El renacido me parece un coñazo. Estaba muy bien rodada, tiene algunas escenas espectaculares y la fotografía es deliciosa. Ahora bien, eso de que venga un tipo a darme golpes con sus genitales en la cara para que yo pueda ver lo grande que tiene el pene, me molesta muchísimo. Eso es lo que hace Alejandro Iñárritu, cineasta y ególatra, cada vez que se pone detrás de una cámara. Quiere que todos nos levantemos y hagamos la ola cada vez que hace un plano, y yo ya estoy mayor para levantarme todo el rato. Eso me lo guardo para Tarantino o David Fincher, pero para los demás prefiero estar sentado.

Iñárritu me pone nervioso, me inquieta esa personalidad expansiva que le obliga a declararse el mejor director del mundo, un día sí y otra también. Lo malo es que Iñárritu no es el mejor director del mundo, de hecho ni siquiera es el mejor director de México (esos son Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro), así que tanta chulería es cansina. Pude tragar con Birdman porque me interesó y porque Michael Keaton es un tipo que me fascina. Lo que me pasa con El renacido es que todo ese misticismo de peluquería china me aburre mortalmente y todas las buenas escenas ya las había visto en el tráiler.

Muchos de mis colegas insisten en exclamar que esta película ya es mítica y blablablá. No entiendo muy bien por qué, ya que si realmente es mítica es por la dificultad del rodaje. Pero el rodaje de Waterwold también fue muy complicado y no recuerdo a nadie diciendo que era mítica por eso.
La realidad es que cuando empezamos a valorar la película por efectos colaterales que tienen poco o nada que ver con el resultado final estamos pervirtiendo la naturaleza misma del arte. Mire, oiga, me importa un pito que hubiera mucha nieve y lo pasara usted muy mal porque se empeñaba en ir en manga corta; lo que me interesaba es la película, y para ello no necesito pensar en lo que hay detrás porque no voy a ver un making of. Si lo que me importara fuera eso le daría todos los premios directamente a Los odiosos ocho y tan pancho (por cierto, que no hayan nominado a Tarantino como mejor director es una majadería del tamaño de Texas).

En fin, que me quiten de la lista de fans de esta película porque yo ya. Harto me tienen con tanta alabanza infernal. Eso sí, a favor de que le den el Oscar a Di Caprio porque se lo robaron tanto por Infiltrados como por El lobo de Wall Street y ya le va tocando. No es que sea su mejor papel, ni mucho menos, pero estoy a favor de la ley de la compensación en casos como estos.

Dicho esto, para quitármelo de encima, sabiendo que entre ustedes –criaturas de la noche- se esconden muchos admiradores de este mexicano pesado como un yunque de plomo.

Tampoco he podido con La verdad duele, que es una mamarrachada aburrida y trasnochada sobre una historia francamente interesante, mal explicada y pésimamente rodada, y –sobre todo- con un trabajo de Will Smith que debería llevarle a la cárcel. Lo de este señor tratando de que nos creamos que es un pobre médico nigeriano es de traca. Ya no sólo el acento, o esa cara de acelga/ameba que nos regala durante dos horas, sino que se ve desde este lado del Atlántico que lo único que piensa mientras ‘interpreta’ el papel es “buah, me estoy saliendo, me dan el Oscar fijo”. No, Will, no, no te van a dar ni una servilleta para que te limpies las babas.

Confieso que Smith no me parece un mal actor y en Ali me resultó increíblemente creíble (valga la paradoja), pero cuando decide ponerse profundo porque el director de turno le deja, cierro los ojos y pienso en un sidecar atropellándole y precipitándose por un barranco acto seguido.

Aunque no venga a cuento deben saber que llevo dos noches seguidas soñando con un caballo en llamas. Como soy un enfermo mental, decidí que era buena idea buscarlo en google. ¿Saben ustedes cuántos sueños de caballos hay? Dos horas dándole al scroll: que si un caballo blanco, que si cuántas patas tiene el caballo, que si corre o no, que si relincha o aúlla. Pero a ver, ¿quién es el gilipollas que se dedica a escribir esas mierdas?

(Lo sé, lo sé, yo soy peor, que me dediqué a leerlo)

Bueno, que el caballo en llamas según los ‘expertos’ que nadie sabe quiénes son, significa que un amigo me traicionará. Pues qué bien, oiga. La última vez que busco nada en google.

Y ni se les ocurra empezar a opinar sobre mis sueños. Ni se les ocurra.

Abrazos/as,
T.G.