Buenos días de domingo, señores y señoras,

 

¿Todo correcto? Bien ya sé que no. ¿Pero correcto?

 

Espero que sí. Y que si no esté correcto, empiece a estarlo más pronto que tarde.

 

Hoy hablaré de Mindhunter, la serie de David Fincher. Había visto algo, pero no todo y ahora a estoy dispuesto a admitir que es mejor (mucho mejor) de los que mis higiénicas expectativas preveían.

 

Mindhunter es la historia de un agente del FBI obsesionado con el análisis y convencido de que la información es la herramienta más útil para prevenir el crimen, que al final acaba trabajando codo con codo con la recién creada unidad de ciencias de comportamiento del FBI. Ya saben, esa rama de los federales que se dedica a estudiar a los asesinos en serie.

 

No quiero explicar mucho más, simplemente recomendarla (fervientemente), especialmente por esa narración que al principio me molestaba, en la que parece que uno vaya agarrado de la mano del protagonista. Luego comprendí que ese vistazo a ras de tierra a los procedimientos y protocolos del FBI me daban una base imprescindible para poder seguir el resto de la serie con garantías. No es que me guste que el director se ponga didáctico, pero Fincher es listo hasta para esas cosas.

 

Teniendo en cuenta el (pésimo) nivel de las series de Netflix, me alegra ver que por una vez hayan dado en el grano. Ya era hora, coño.

 

¿Saben lo qué pasa? Que yo sigo series de un simplismo alarmante (no tanto por planteamiento, más bien en lo conceptual). Me gustan Chicago PD y Chicago fire. Me gustan Blue bloods y Supernatural. Me gustan Big mouth y Rick y Morty. Me gustan las series que no presumen de ambición, sobre todo porque si una serie es ambiciosa jamás debería presumir de ello. Sin embargo, no para de tragar agua con este tsunami de personajes miserables, ahogándose en el tormento infinito de la vida. Oiga, hasta un perdedor necesita tener un lado atractivo, algo que le conecte conmigo. Para miserable puro ya estoy yo mismo y el que quiera drama que venga a casa.

 

Pues no lo entienden, siguen empeñados en tratar con el drama como si fuera una bola de papel de plata que lanzas una y otra vez a la papelera. Claro, alguna vez aciertas y te sale un personaje cojonudo que (sobre)vive en sus contradicciones con la sonrisa de lado (pienso en Fargo, por ejemplo), pero la mayoría del tiempo cogerías al protagonista de la maldita serie (pienso en Orzak) y no te mearías encima de él ni que estuviera ardiendo.

 

(Disculpen la grosería, quizás debería haber dicho “orinarías”)

 

Así pues, Mindhunter es una buena opción si desean ver una historia interesante, que bulle a fuego lento pero que quema cuando debe. Si no les gusta, no pienso devolverles el dinero pero les prometo recomendarles otra cosa que les compense el disgusto.

 

Y ahora voy a seguir soñando que me mudo a Finlandia y me baño en un lago de aguas termales al lado de un volcán mientras aquí todos/as siguen gritando hasta convertirse en un ruido incomprensible.

 

Abrazos/as,

T.G.