Qué tal señoras, señores y señoros?

 

Cómo va el verano? Yo lo estoy pasando mal, realmente mal. Muy mal. Fatal.

En Barcelona el otro día batimos el record absoluto de mínima nocturna, con 30.2 a las 12 de la noche. No recuerdo haber sudado nunca tanto. Nunca. Qué horror.

 

Esta noche en cambio, he cogido un poco de frío.

 

Porque claro, no les he contado que me he venido a vivir a Madrid. Qué no cunda el pánico, serán solo unos meses. No es necesario que huyan de la capital.

Salió un trabajo aquí y decidí aceptar. Total, en Barcelona tengo la sensación de no hacer nada de provecho.

 

Total, que ayer por la noche pasé frio y hoy estoy moqueando como el ectoplasma de los cazafantasmas. Y es que con este tiempo le dan a uno ganas de vivir en Marte, que al menos sabes que siempre hace un frío de cojones (me lo acabo de inventar, pero me ha sonado bien).

Hasta aquí mi mudanza trágica.

Amigos y amigas, este fin de semana se estrena Megalodón. Ya les hablé de Megalodón, verdad? Bueno, no me importa volver a hacerlo. Es un tiburón del jurásico, o del cretácico o algo así (no esperen que empiece a estas alturas a informarme bien de las cosas) de 30 metros al que despiertan unos tipos de una estación submarina haciendo no sé muy bien qué. Luego el tiburón se enfada y empieza a tomarse la justicia por su mano. Ya saben, es mala idea despertar a un tiburón.

 

Bueno, vayan a verla, es muy bonita y entrañable. Bueno no, pero es muy entretenida.

 

Hoy quiero hablarles de James Gunn y de la neoinquisición.

 

No sé si saben de qué va esto. Hace unos días se supo que Disney había despedido a James Gunn, director de la saga de Guardianes de la galaxia (que a un servidor le gusta mucho más que la saga de Los vengadores, por ejemplo). ¿El motivo? Unos tuits del año de la pera que algunos de esos tipos (tipejos) que corren por ahí desenterraron con intención de meterle en problemas. Curiosamente, esto ocurrió poco después de que Gunn empezara a meterse con Trump.

 

De hecho, todo empezó en una de esas ridículas webs llenas de trolls, cuya intención no es otra que amargarle la vida al desgraciado de turno. Pero me da igual. Me da igual porque los de la izquierda hacen lo mismo: sumergirse en las redes sociales de alguien en busca de munición.

 

Lo curioso de esto es que Gunn ya había pedido perdón por esos tuits hace unos años. Alegó que no era la misma persona y que lamentaba haber hecho bromas de mal gusto.

 

Hacer bromas de mal gusto es deporte nacional en España. Todos/as los hacemos. A veces en público, a veces en privado.

 

Lo malo es este escrutinio constante al que se somete al personal, como si juzgar, declarar culpable y ejecutar a alguien fuera lo más normal del mundo. Como si nadie tuviera derecho a meter la pata, a cagarla, a quedar como un gilipollas.

 

Y lo peor es que este marcaje acabará por provocar un pánico visceral a decir chorradas. Todo el mundo tendrá que ser muy serio todo el rato, pensar veinte veces antes de abrir la boca, no hacer bromas que puedan ofender a nadie (lo cierto es que todo el mundo parece preparado para ofenderse continuamente, por cualquier cosa). Al final acabaremos siendo víctimas de una corrección política que –paradójicamente- se parece cada vez más a la inquisición.

 

No se equivoquen, no vale todo. No digo eso. Hablo de crucificar a alguien por unos malditos tuits por los que ya ha pedido disculpas y de no aceptar que todos cambiamos de opinión y que tenemos el derecho (y a veces el deber) a equivocarnos.

 

Nos hemos vuelto locos, amigos y amigas. Y deberíamos pararlo.

 

Abrazos/as,

T.G.