Ya lo sé, no hace falta que me lo recuerden: ha pasado mucho, mucho, muchísimo tiempo.
Pero mala hierba nunca muere, así que he vuelto.

(moderen su euforia)

No les deleitaré con mis múltiples aventuras durante estos meses de ausencia. He viajado mucho, visto mucho, pensado mucho y -sobre todo- bebido una barbaridad. De hecho, estoy seguro de haber contribuido a subir el PIB del país gracias a mi exacerbado consumo de vino nacional, ya fuere tinto o blanco.

Obviamente, también he ido mucho al cine, porque debo y porque me apetece.

Lo último que he visto es Jason Bourne, que aunque muy inferior a la última entrega de Greengrass y Damon (Jeremy Renner hizo otra, que no estaba tan mal, oigan) sigue siendo un divertimento superior, probablemente porque solo Paul Greengrass puede dirigir una película con una cámara que no deja de moverse y aun así ofrecer una narración clara y nítida. Solo por esa persecución en Las Vegas dónde uno puede ver coches volando (volando, literalmente) sin que haya ni un instante de CGI, ya vale la pena acercarse a verla.

También me compré el bluray (sí, soy de esos bichos raros que aún compra blurays) de una rareza llamada Green room, sobre un grupo de música punk atrapado en la guarida de unos nazis. Háganme caso y adquiéranla. Si es legalmente mejor, pero hagan lo que les da la gana.

Y ya de paso, consigan también un western llamado Bone tomahawk, que es una auténtica joya, aunque su director sea un pelmazo que crea haber inventado el séptimo arte. En Bone tomahawk un grupo de cuatro tipos se embarca en una misión (casi) suicida para rescatar a la esposa de uno de ellos de unos indios caníbales (!!). Maravillosos diálogos, estupenda atmósfera y un trabajo actoral de primera clase. Eso sí, con paciencia, porque no contiene una sola escena de acción: avisados quedan.

Nada más, no me gustó nada Escuadrón suicida, que es otra de esas películas que están pensada como prólogo a otras películas que a su vez darán paso a otras películas.
El problema de películas como esta o esa memez llamada Batman vs Superman es que renuncian a su identidad para asumir pasivamente su rol de transición. De ahí la obsesión por meter 500 personajes en una trama en la que cabrían como máximo tres. El problema es que cada uno de esos 500 personajes tendrá su propia película en el futuro, así que no hay manera de convencer a los de las corbatas que habría que prescindir de ellos: todos llevan el signo del dólar grabado en la frente.

Y hasta aquí mi primer post de esta nueva y enriquecedora etapa.

Se la dedico a mi abuela, que se fue hace unas semanas, cuando le faltaba poco para cumplir 100 años. Odiaba a las gordas, a la vecina de enfrente, a la guardia civil y a todos los que salían por la tele; le gustaban los boquerones, el chocolate, el Barça y Titanic.

Hasta siempre, abuela ninja, haz el favor de no ser tan cabrona en el cielo como lo fuiste en la tierra: ni Dios lo aguantaría.

Abrazos,
T.G.