Señores y señoras,

Este va a ser un post breve.

En este blog conté la muerte de mi madre, conté también la de mi tío, la de algunos amigos, la de algunos extraños que me afectaron. En este blog he contado cosas que en realidad no tienen nada que ver con este blog. Nunca he sabido un pimiento de coches y -como todo el mundo- empecé a escribir por dinero. Creía que escribir de automóviles y camiones y furgonetas y relacionarlo con el cine podría ser divertido. Y si encima me pagaban por ello, pues oiga.

Me aburrí. Y se notó, porque cada vez escribía menos. Hacía apaños, me inventaba encuestas. Es lo peor del mundo para un periodista: aburrirse.

Luego, gracias al señor Moltó, seguramente una de las personas más intuitivas y generosas (no necesito hacerle la pelota, él ya lo sabe, aunque haga años que no hablamos) que he conocido, me dijo que a él no le servía algo así: que él no había comprado un concepto, que me había comprado a mí.

Y así fue: empecé a escribir de lo que me daba la real gana. Sin límites. A veces no me apetecía hablar de cine y le daba a la política; otras me gustaba tanto un libro que tenía que hablar de él.

De repente dejé de escribir en este blog por pasta y empecé a hacerlo porque me gustaba. Me gusta escribir en este blog porque se ha convertido en una especie de recordatorio de mi día a día. También me gusta porque son ustedes educados, afables y listos. También hay algún gilipollas, pero de los que aparecen una vez cada cierto tiempo para insultarte y largarse.

Por mi trabajo (algunos/as ya saben quién soy y dónde escribo) me veo obligado a aguantar a haters, trolls y demás criaturas del averno que consideran que descalificarte o reírse de cualquier desgracia es algo extremadamente divertido.

Cuando el otro día escribí un post bastante honesto (uno de los más honestos que he escrito en este blog y que desde luego no tenía nada de cinéfilo) no esperaba recibir respuestas igualmente honestas y eso me ha reconfortado (permítanme que me ponga naif, prometo no repetirlo) y aunque no me ha reconciliado con el mundo me ha servido para ver que somos capaces –aún- de empatizar con el tipo de al lado.

Les agradezco de corazón sus ánimos. Es cierto que las malas rachas vienen y luego se van y alguien escribía que quizás no apreciemos demasiado el momento en que salimos de ellas hemos olvidado esa sensación de ahogo que nos invadía. Creo que sólo los sabios tienen la perspectiva para saber que detrás de algo malo vendrá algo bueno aunque antes llegue algo peor. Ojalá todos lleguemos a adquirir la capacidad de perspectiva necesaria para ser un poco más sensibles a los que están jodidos/as, sea cual sea el motivo que nos ha llevado ahí.

Yo (sigo naif) me he sentido acompañado por ustedes y sólo espero que estos años, aunque haya sido en algún momento puntual, se hayan sentido ustedes acompañados por mí.

Si he conseguido eso, me doy por más que satisfecho.

Les mando un abrazo a todos/as, desde ese pozo que todos hemos visitado y del que hemos salido porque no hay otra.

Gracias,
T.G.