benedict

 

Señores y señoras,

 

¿qué tal han empezado el año? Espero que la diosa fortuna les haya traído numerosos regalos. Como estamos en año electoral ya saben que el Gobierno nos obsequiará con una bajada generalizada de impuestos (que volverá a subir el siguiente en gobernar, por supuesto) y muchas sonrisas, muchas, muchas.

 

Ya he visto que mi lista ha levantado algunas ampollas, incluyendo a uno de esos especímenes que considera que cualquier diferencia de criterio a la hora de elaborar una lista significa inmediatamente que su interlocutor es inferior a él. Pues oiga, obséquienos con su propia lista para que todos podamos admirar su sapiencia. Al final es muy sencillo: junte usted sus títulos favoritos y déjelos en un comentario. Prometo rendirme a sus conocimientos.

 

Dicho esto (no quería olvidarme de los que a la primera de cambio recurren al chascarrillo con el adversario) ,esta semana se estrena una de las películas con mejor pinta del año 2015. Ahora podría decir ‘una de las mejores películas de 2015’ pero dado que estamos en enero y que el año –si no hay novedades- se acaba en diciembre, sería una boutade. De lo que estoy seguro es de que Descifrando enigma (The imitation game, en inglés) es un peliculón. El primero que vamos a ver en 2015.

 

Y lo es por unas cuantas razones, pero sobre todo por la extraordinaria interpretación del no menos extraordinario Benedict Cumberbatch.

Cumberbatch, que lleva unos años en los que parece Soraya Saenz de Santamaría (está en todas partes) es –en estos momentos- el actor con más posibilidades de llevarse el Oscar. Ya está, ya lo he dicho.

 

A este británico, que se hizo popular gracias a la serie Sherlock, no le sopla nadie (quizás Tom Hardy) y hace un lustro que está en todas las salsas: en Star Trek, El hobbit o Los Simpson; con Spielberg, con Meryl Streep o con Steve McQueen (el negro, no el blanco); interpretando a Julian Assange, a un dragón legendario o –en esta ocasión- a Alan Turing. Turing era un matemático británico que consiguió romper el código de comunicación de los nazis, el famoso ‘Enigma’.

Su contribución a la victoria aliada en la 2ªGuerra Mundial es incalculable y es difícil pensar que sin ese hecho el –por ejemplo- aplastante dominio marítimo de británicos y estadounidenses se hubiera podido concretar en un periodo tan ajustado de tiempo.

 

Sin embargo, más allá de ser un héroe de guerra que salvó innumerables vidas, Turing era –para la sociedad británica de la época- algo inaceptable: un homosexual.

Las leyes del Reino Unido de la Gran Bretaña castigaban duramente la homosexualidad y Turing fue tratado como un apestado y perseguido sin dilación a pesar de ser un maldito icono de la resistencia inglesa durante la guerra.

 

La película, Descifrando enigma, consigue equilibrar muy bien la parte en la que Turing consigue –rozando las montañas de la locura por el camino- romper el secreto de los nazis y aquella en la que sus propios compatriotas deciden romperlo a él.

 

No voy a explicar cómo acaba el asunto (ya se imaginaran que no acaba bien) pero déjenme decirles que Descifrando enigma te deja el alma como una de esas granjas de madera después del paso de un tornado y es la prueba irrefutable de que la estupidez humana no tiene límites. Ni los tenía, ni los tiene, ni los tendrá.

 

La delicadeza de Cumberbatch a la hora de reflejar el cautiverio al que se somete Turing (primero por su propia mano y después por la retrógrada mano de la ley inglesa) y su degradación física y mental es al mismo tiempo brillante y aterradora.

Va a ser muy difícil (por no decir imposible) que Cumberbatch se quede fuera del quinteto de actores que optará a los premios de la Academia: su trabajo no es sólo impecable, es profunda y terriblemente humano.

 

Sé que es un drama y demás, pero la película pasa en un suspiro (esplendida dirección de Morten Tyldum, que ya había dirigido una estupenda película llamada Headhunters) y es la prueba de que el cine sigue siendo el medio de expresión más poderoso del ejercito del arte.

 

Abrazos/as,

T.G.