rec3

Bueno, señores y señoras, me alejo ya de la (semi)polémica del señor (y la señora) que se fueron del cine quejosos porque la película no era en español y me meto en otro berenjenal, pero con mucho menos lodo.

Sigo sin haber visto Extraterrestre pero lamento que se haya dado una hostia tan grande (90.000 euros con 127 copias y sin ni siquiera meterse en el Top 10 no es para estar muy contento) ya que creo que los que arriesgan deberían tener su recompensa. Pero no, en este país (y en algunos otros) los que se arriesgan se dan de morros contra una pared.

Sea como fuere, este fin de semana llega otra película española otra del mismo tipo que la comentada en el párrafo anterior (arriesgada) y en la que confío para cortar de raíz la mala racha patria. El filme en cuestión se llama [REC]3 y –como su nombre indica- es la tercera parte de la única franquicia española de la historia que ha conseguido saltar el charco, tener remake estadounidense, venderse en todo el mundo y convertirse en un icono global del cine de terror.

La primera entrega ([REC]) la firmaban a cuatro manos Paco Plaza y Jaume Balagueró y contaba la historia de un equipo de televisión que acababa metido en un lío de mil pares de entrepiernas haciendo algo tan inocente como seguir a un grupo de bomberos en un trabajo de rutina en un piso de la Ciudad Condal. Al final la presentadora y el cámara caen de lleno de una colmena de muertos vivientes, todo rodado al estilo casero y con más sustos que un consejo de ministros.

La película fue un exitazo, los directores recibieron toda clase de parabienes y la segunda parte, cortesía de los mismos autores, se puso en marcha. Esta segunda entrega fue más guerrera, menos terrorífica, más Aliens y menos Alien, para entendernos.

También funcionó de fábula, lleno cines e hizo mucho dinero, así que la tercera parte estaba servida.

Esta vez no se trabajaría a cuatro manos sino que sería el valenciano Paco Plaza el encargado en solitario de reinventar la franquicia. Había mucha curiosidad (mejor debería decir “yo tenía mucha curiosidad”) en saber que haría Plaza, un tipo talentoso, más gato que perro, más silencioso que charlatán, para conseguir que [REC]3 no fuera más de lo mismo sino algo distinto. Personalmente los zombies me parecen bien pero la idea de la cámara al hombro arriba y abajo se me antojaba cansina.

Pero viola, he aquí que Plaza se saca de la manga una especie de comedia desmadrada a mayor gloria del gore, más española que la Duquesa de Alba, llena de guiños a la piel de toro, deliciosa en su localismo, impecable en su ejecución: una boda de pijo y pija que se complica por culpa de unos imprevistos en forma de infectado.

La novia, Leticia Dolera, es la (anti)heroína del asunto, con sierra mecánica y demás accesorios (espero ansioso que saquen una Barbie homenaje) y Diego Martín el sufrido novio condenado a un matrimonio algo inestable y muy pegado a ese concepto de “hasta que la muerte nos separe”.

De ahí al final es como si uno fuera en silla de ruedas y lo arrojarán por una pendiente: una locura pegadiza de risas nerviosas, risotadas, carcajeos varios y amputaciones, varias amputaciones.

La cámara temblorosa es sustituida por una dirección firme, de estupendos matices (la planificación es simplemente maravillosa, solo hace falta ver escenas como la de la cocina o como se utiliza el espacio donde se celebra el banquete); los diálogos se han escrito con un machete, el reparto es una fiesta continua y hasta la música (ojo con el tema central) es un sin vivir… en el buen sentido.

Y ya está, pim-pam, franquicia reinventada con matrícula de honor.

Que pase el siguiente.

Abrazos/as,

T.G.

P.D.: no esperen, vayan a verla. No les disgustará.