Ya he visto Alicia en el País de las Maravillas y Furia de Titanes.
Siento decir que la primera no me gustó nada y la segunda me pareció una gilipollez.

Pero no seamos malos de inicio y aportemos pruebas.

A Tim Burton se le ve ya demasiado el plumero en Alicia. Yo he sido siempre fan de este señor de pelo raro y gafas imposibles, me gustaba su gusto por el exceso y la fragilidad de sus personajes, siempre a punto de romperse. Me gustaba también que tuviera un sello propio, que uno pudiera notar su mano a los treinta segundos de iniciarse cualquiera de sus películas.

Sin embargo hay algo que me molestaba profundamente en sus últimos filmes, una especie de egocentrismo sin límite, el hecho de que a simple vista él parecía el único capaz de entender sus propias obras. Con ello no digo que no siga siendo un tipo fascinante, sino que me molesta profundamente que haya olvidado que algunas formas de arte no solo viven en la cabeza de uno mismo sino que que acaban teniendo sentido (expandiéndose si queremos llamarlo así) en los ojos de terceros.

Tenía muchas esperanzas puestas en Alicia y durante los primeros veinte minutos estas fueron recompensadas: aquello parecía un filme de James Ivory pasado por el tamiz de los Monty Python (que no es decir poco). Me gustaba su tono de comedia irreverente aunque estuviera tan innecesariamente subrayada por unos diálogos demasiado explicitos. Coño Tim, que no somos tontos, ya entendemos que la tal Alicia es una rebelde de tomo y lomo.

Pero aun así daba gusto verla: el diseño de producción era apabullante, las tres dimensiones daban el pego (aunque la película se hubiera rodado en 2D) y los personajes tenían empaque.

Todo ello se iba al garete desde el momento en que Alicia llega al País de las Maravillas y empieza a desarrollarse una especie de vodevil disfrazado de intriga cortesana que acaba bailando en los campos de la épica y la epopeya, con la niña embutida en una armadura, blandiendo una espada y luchando contra una especie de dragón.

Y mi única pregunta es: ¿ein?.

Sí, Johnny Depp está bastante gracioso (aunque acabe cansando por acumulación y porque no se sabe si su personaje –El Sombrerero- es un chalado, un guerrero, un bufón, o las tres cosas a un tiempo) y Helena Bonham Carter tiene su gracia como la cabezona Reina Roja, pero lo demás es de pandereta y acordeón.

Anne Hathaway está horrorosa (supongo que no es culpa de ella, que la habrán escrito así) y la niña en cuestión, Mia Wasikowska, hace lo que puede con lo que tiene. Lo demás es fuegos de artificio, como quemar el huerto de casa para echarse unas risas: primero te parece gracioso, después te entra el mosqueo por concebir ideas de bombero y finalmente piensas para que caray te habrás levantado esa mañana con la miserable intención de llevar a cabo semejante majadería cuando podrías estar tomando el sol en la playita… o algo parecido.

El esqueleto argumental del filme es tan sumamente endeble que lo único que aguanta a Alicia es su esplendorosa escenografía. Y efectivamente lo es, esplendorosa, pero no basta para evitar bostezos, muecas y –finalmente- malas leches.

Lo siento en el alma, que se le va a hacer.

En cambio lo de Furia de Titanes resulta mucho más sencillo de explicar: es un horror. Un horror inmenso.

El 3D es patético (los que hayan ido a verla ya me contarán que opinan, yo creo que es una auténtica, genuina y descomunal tomadura de pelo). Los actores (con especial mención para Ralph Fiennes y Liam Neeson) están de juzgado de guardia. La música es lamentable. El guión llama a la Guerra Santa.

Y el director, ese francés (iba a llamarle «gabacho» pero me he contenido) de nombre Louis Leterrier, es simplemente un inepto, pero de los de verdad: en mayúsculas y con letras de neón.

Y no quiero hablar más de él, ni de ella, porque me entra un cabreo profundo y visceral y podría empezar a soltar sapos y culebras.

Se lo advierto: huyan de esa película como alma que lleva el diablo.

Hala, ya lo he dicho. Abrazos/as,

T.G.

P.D.: Lo de Alicia lo dejo a su elección… a mi me deja frío, pero no pague por verla. Con 12 euros menos en el bolsillo igual la reacción sería distinta.