¿Qué tal señoras y señores?

 

¿Cómo va todo?

 

Por suerte se acaba el Mundial y ya podremos volver a nuestras cositas habituales, que ya venía siendo hora.

 

Estos días se ha hablado mucho de las primarias del PP y si yo fuera cómico, iría pensando en retirarme porque tal cantidad de gags en tan poco tiempo demuestra que nada que podamos inventar puede superar la realidad. En fin, de eso tampoco voy a ocuparme en este bonito post.

 

Hoy voy a hablarles de una de las películas que me ha dado más rabia en los últimos tiempos: Ocean’s 8.

 

A mí me gustaba la trilogía de Ocean’s 11. La primera y la segunda eran francamente entretenidas; la tercera menos. El patrón funcionaba muy bien, copiando algo que ya habían hecho Frank Sinatra, Dean Martin y compañía: un atraco fabuloso con una tonelada de caras famosas.

 

Clooney, Pitt, Roberts, Damon, Cheadle, Affleck, Gould etc. Pues ya lo tienes. Un montón de estrellas contemporáneas, un twist moderno, y un director cojonudo como Steven Soderbergh. Duro lo que duro, porque la vida es así. Ordeñas la vaca, ella te da lo que puede y un día se acabó.

 

Hicieron bien en matar la franquicia antes de hacer el ridículo.

 

Pero pasó que alguien en Warner dijo que ahora el estudio tenía que mirar por dónde soplaba el viento. Y –creyeron ellos- que había que recuperar esto, pero con mujeres. No porque tuvieran un guión maravilloso, no porque tuvieran una idea espléndida, no porque tuvieran alguien excepcional manejando el proyecto. No, todo porque había que aprovechar el clima socio-cultural para monetizar sus mierdas. Más claro el agua.

 

No es que me parezca mal el capitalismo cinéfilo, ni mucho menos. Pero espero que si lo hacen, lo hagan bien.

 

Tomó el control Gary Ross. Es un tipo que no me disgusta. Guionista de Big (la maravillosa película de Tom Hanks), director de la estupenda Pleasantville y de la notable Seabiscuit. Se hizo de oro dirigiendo Juegos del hambre (a mí me gustó, pero de ninguna manera una obra para la posteridad) y ya pasó un poquito de esto de dirigir.

 

Naturalmente, para hacer algo así pues uno se gasta la pasta y se trae a las mejores actrices disponibles o a las que piquen: Cate Blanchett, Ane Hathaway, Helena Bonham-Carter, Sandra Bullock, etc. Ojo, porque ahí hay talento para hacer atascar el Titanic. Vale, mal ejemplo.

 

¿El problema? Un guión terrible, un montón de otras actrices que tienen una sola frase y la dicen mal. Gente que parece que pasó por allí, vio luz y entró. Un montón de indocumentados que salen haciendo el memo. No es que esté mal; es que te has gastado 70 millones de euros en hacer esta cosa. ¿En serio? ¿Robar una joya en un museo en medio de un evento? ¿Ese es el guión que ofreces a un quinteto de actrices como la copa de un pino?

 

Pues vale, hombre. Con dos cojones.

 

Hay gente que me ha dicho, ‘oye, pero al menos no es pretenciosa’. Coño, solo faltaría que fuese pretenciosa. Pa habernos matao.

 

Pero así es Hollywood estos días. Exactamente lo mismo que pasó con Los cazafantasmas. Alguien decidió que podían hacer una versión con féminas. No porque hubiera un concepto rompedor, no. Simplemente porque se podía y porque alguien creyó que en lugar de buscar un concepto original, ideado ya de entrada para ser interpretado por cuatro buenas actrices de comedia, lo que había que hacer era fotocopiar un concepto con cuatro tías, cambiándolo por cuatro tías. Guau, brillante.

 

Y así seguimos, andando hacía el abismo.

 

Oigan, en lugar de eso se pueden ir a ver el documental sobre Withney Houston, que no está nada mal.

 

Abrazos/as,

T.G.