Ford acaba de anunciar la incorporación, en su nuevo Fiesta y en primicia para Europa, de un dispositivo que ya está utilizando en USA en la mayoría de sus vehículos. En Europa se irá incorporando progresivamente, y se espera que para 2015 esté disponible para toda la gama, aunque quizás no de serie (exige un cierto equipamiento en el coche). Se trata del programa MyKey, materializado en un juego de llaves que permite programar una serie de restricciones en el manejo del automóvil. ¿Y con qué objeto? Pues para cuando sea utilizado por un miembro joven de la familia, que en la mayoría de los casos será el hijo/a con el permiso de conducir recién estrenado; o en algún caso, aunque lleve tiempo conduciendo, si no transmite suficiente confianza en su habilidad al volante, en su prudencia, o en ambas cosas.

Esto requiere disponer, como es lo habitual, de un juego de llaves duplicado, pero que en este caso no son iguales: una es la maestra, y la otra es la MyKey, que está sometida a las modificaciones pertinentes. Es de suponer que, en caso de solicitarlo, se pueda disponer de más de un ejemplar de cada tipo de llave. Porque tanto si ese coche es el único disponible en el domicilio, como si hay alguno más, sólo uno de ellos en concreto es el que sería manejado indistintamente tanto por personas de edad más adulta (padre y/o madre por lo general) como por los componentes de la siguiente generación, por lo que podría hacer falta más de un juego de llaves; pero el mecanismo del programa seguiría siendo el mismo.

Ford Fiesta

El proceso se inicia dando el contacto con la llave maestra: en el ordenador de a bordo aparece un programa para introducir la codificación deseada, la cual queda guardada en memoria para cuando se utilice la llave MyKey; con la cual, evidentemente, no se puede modificar la codificación. Por supuesto, esto exige que el equipamiento del coche incluya un ordenador del suficiente nivel; y también control de crucero, para poder programar una velocidad máxima. Y algo muy importante: conviene mantener la llave o llaves maestras a buen recaudo, por si acaso algún jovenzuelo tiene la brillante idea de hacerse con ella y descodificar el manejo de coche. De hecho, hay dos tipos de jóvenes, y para ambos esta aplicación resulta muy conveniente: uno, el que utiliza la MyKey con su completa aquiescencia, y el otro, que lo hace muy a su pesar; este último es el que sería proclive a intentar descodificar la instalación. Pero veamos en qué consiste MyKey.

Ford Fiesta interior

Este programa impide desactivar tanto los sistemas de seguridad y ayudas a la conducción (controles de estabilidad, tracción, ABS, Active City Stop y para el aparcamiento), como la “chicharra” que recuerda que los cinturones no van abrochados, y que con el programa MyKey no se calla hasta abrocharlos, por mucho tiempo que pase. También impide que funcione el sistema de audio si dichos cinturones no van abrochados, y que el sistema de audio sobrepase cierto volumen, convirtiendo el coche en una discoteca rodante. Esto último no es ninguna tontería: el audio a todo volumen, al margen de impedirle al conductor oír las señales acústicas del tráfico –bocinas de otros usuarios, o sirenas de vehículos de emergencia- tiende a crear dentro del coche un ambiente de juerga o, como mínimo, de diversión que no es precisamente el más adecuado para que el conductor se concentre en su tarea; y menos aun cuando se trata de uno poco experto.

Ford Fiesta. MyKey

MyKey también da lugar a que la luz de la reserva de combustible se encienda antes de lo normal (sobre 120 km de autonomía, frente a los 80 habituales), para alejar el riesgo de que los jóvenes y alegres ocupantes se queden tirados en plena noche en una carretera más o menos desierta. Claro que esto último, si el conductor conoce el engaño, tampoco sirve de mucho, ya que se guiará por la aguja, pues es de suponer que el aforador de nivel no estará afectado por MyKey. Y muy en especial, MyKey afecta al límite de velocidad, y de dos maneras: limitando la velocidad en valor absoluto, como ya ocurre con los limitadores actuales (no confundir con el control de crucero), y programando una alarma sonora que salta cuando se supera cierta velocidad, lógicamente algo más baja que el límite absoluto; ambas son seleccionables entre 70 y 160 km/h. Esta alarma acústica también se puede utilizar para advertir de un límite mucho más bajo, como puede ser el de zona urbana, aunque no impida que el coche lo pueda sobrepasar.

Ford Fiesta. MyKey

El segundo perfil de conductor novel al que le conviene MyKey es al tipo sensato, consciente de que se encuentra en una fase de aprendizaje, y sobre todo de que cuando se lleva en el coche lleno de amigos es el momento menos indicado para intentar “proezas” al volante. En esta circunstancia, MyKey es una cortada perfecta para conducir con prudencia, pero a la vez “salvar la cara” frente a los intentos de ser estimulado con frases del tipo de “no seas cobardica; vamos, métele caña, que nadie se va a enterar”. Pero la situación está salvada, poniendo cara apesadumbrada y echándole la culpa a MyKey, porque “es que el coche no anda más aunque le pise, ni la radio suena más aunque gires el mando a tope”. De modo que la única “gracia” que le pueden hacer (y más vale no mentar al diablo) sería tirarle a traición del freno de mano.

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Este aspecto de facilitar una excusa para no pasarse de la raya tiene una importancia nada despreciable; la presión que los amiguitos (y no digamos las amiguitas, si el conductor es del sexo masculino) pueden llegar a ejercer sobre quien maneja el coche alcanza niveles insospechados. Incluso el más sensato muchacho de 18 años puede claudicar de sus prudentes principios si la niña del asiento de al lado le dice, poniendo ojos tiernos ¿por qué no corres un poquito más, que a este paso no vamos a llegar nunca a la discoteca? Pero si la vaca no da más leche, y el coche no pasa de 110 por más que se le pise, problema resuelto, y que se aguante el pasaje.

MyKey

Con este programa, los padres pueden tener la relativa tranquilidad de saber que ejercen cierto control sobre la actividad al volante de su vástago, sin condicionar su independencia de movilidad; condicionamiento que, de intentar ejercerlo, sí que daría lugar a serios problemas. Y es que aprobar el examen de conducir no pasa de ser un rito iniciático; lo realmente grave es, como se dice en el campo de la aeronáutica, cuando llega “la suelta”, y hay que pilotar por primera vez sin el instructor al lado. Y no es cuestión de que el hijo no conduzca sin “carabina” hasta los 25 años; edad en la que se le supone (con razón o sin ella) una prudencia y una sensatez superiores a las que tiene con 18 años.

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En el caso de que haya la suficiente fluidez económica en el hogar como para comprarle al hijo/a un Fiesta nuevecito con su MyKey incorporado, se supone que lo que habrá que hacer es programarlo con la llave maestra y luego esconderla en algún lugar inaccesible durante uno o dos años, en función de cómo se le vea de suelto y sensato al volante; y luego cruzar los dedos, como siempre. Porque cualquier coche actual, por humilde que sea, puede ponerse a 140/150 en un momento dado; y aunque la velocidad en sí misma, si es en línea recta y con poco o nulo tráfico, no supone un mayor peligro, sí lo es de cara al enjuiciamiento de situaciones, que es la clave de la seguridad en el tráfico actual. El tiempo para enjuiciar y decidir va en razón inversa a la velocidad, pero el espacio para detenerse va en razón inversa al cuadrado de la misma, y ahí es donde a veces les fallan los cálculos a los conductores noveles. En tiempos se acostumbraba a decir que lo fácil era correr, y lo difícil, parar; hoy en día, con frenos de disco y ABS, parar no es problema; pero sí lo es, si se circula rápido, calcular el espacio que necesitamos para hacerlo.

Y a ello se une el peligroso influjo del alcohol o de diversos tipos de drogas; aunque parece ser que, últimamente, se va generalizando la táctica de que “el que conduce no bebe”, gracias a lo cual, aunque no se ha eliminado, parece que algo va descendiendo la tasa de siniestralidad en las noches de viernes y sábado. No obstante, esos dos picos siguen siendo preocupantes; y en casi todos los casos, los ocupantes son de edades comprendidas entre los 18 y los 25 años, y en los coches accidentados es raro que viajen menos de tres personas, y lo habitual son cuatro o cinco.

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Este goteo -que a veces ya es chorreo- de dramáticos y gratuitos accidentes causados por el influjo del alcohol y/o drogas, se debe a una concatenación de condicionantes que tampoco el MyKey podría solucionar, o tan sólo muy parcialmente. Todo empieza por una peor y más lenta captación sensorial de las condiciones del tráfico y de la calzada; a continuación, por un muy probable error de apreciación de lo que se ve; viene luego un enjuiciamiento de la situación falseado por un estado de desinhibición y euforia; más tarde, lentitud en tomar una decisión, que estando “bajo mínimos” muy probablemente sea errónea; y finalmente, lenta e incorrecta ejecución de la maniobra planeada, fuese ésta acertada o no. Y todo esto, que es tan largo de contar, en la práctica ha de realizarse de un modo reflejo en décimas de segundo o poco más, tal y como ya se comentó en la entrada relativa a “Otros accidentes”. Como es lógico tras de semejante cúmulo de adversidades, lo milagroso es que, cada vez que se presenta una situación comprometida si el conductor va en las mencionadas condiciones, la cosa no acabe en accidente.

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Por todo ello, la conjunción de “el que conduce no bebe” y de MyKey podría ser una solución francamente interesante; a condición, claro está, de que en el grupo de amigos hubiese varios coches con MyKey, o que el conductor de dicho coche fuese abstemio. Porque de lo contrario, al segundo día de salir “de marcha” se iba a empezar a mosquear; y tampoco sería muy buena solución dejarle el volante del coche de la familia a un colega que esa noche n beba, salvo teniendo una confianza ciega en que se trata de un conductor muy bueno, con o sin MyKey.

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Al margen del influjo del alcohol y las drogas, en el comunicado de Ford se citaba un dato que no me resisto a compartir con los lectores; dato que bien podría ir entremezclado, en un porcentaje que supongo muy difícil de cuantificar, con el anterior. La investigación es de origen británico; pero con ligeras variantes, bien podría tener validez casi universal. Y el dato es que el manejo del teléfono móvil, del i-pad o tableta, del sistema de audio, del navegador y de los diversos componentes de infotainment son una de las causas más frecuentes en los accidentes de gente joven.

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Creo haberlo manifestado en repetidas ocasiones en este blog, y desde luego lo he hecho en la columna que firmo en “Tribuna de Automoción”; tengo serias reservas respecto a la proliferación de información disponible para el conductor actual: ordenador (con múltiples cambios de pantalla), audio (aunque sea con mandos al volante), navegador e “infotainment”. Y si unimos el teléfono móvil, ya es “la mundial”. Hace no muchos meses me lo comentó un compañero en la redacción de “Automóvil”: “Hoy vamos mucho más distraídos respecto a lo fundamental de la conducción, que es mirar la carretera y su entorno más o menos próximo”. Y así es; en los viejos tiempos no había mucho más que mirar que el velocímetro y, de vez en cuando, el termómetro del agua. Los deportivos con amperímetro, manómetro de aceite y voltímetro exigían, de vez en cuando, una mirada rápida a los mismos, pero nada más. Ya sé que no queda muy elegante lo del “ya lo dije yo”, pero no puedo evitarlo; sobre todo cuando uno ha estado clamando en el desierto durante décadas para, al final de ese tiempo, leer que un sesudo estudio viene a confirmar lo que la simple observación de la realidad, ayudada por el sentido común, ya me había dejado meridianamente claro.