Ya sé que últimamente he insistido varias veces sobre este tema en diversas entradas, concretamente en las tituladas “¿Son seguros nuestros coches?”, “Minimalismo y obsolescencia” y “¿Qué es lo que nos molesta?”, aparecidas en los pasados meses de Julio y Agosto. Pero es que este asunto de las encuestas, informes, sondeos, análisis, estudios, investigaciones y estadísticas sobre el tema que nos reúne en este portal y en este blog, ya pasa de castaño oscuro, acercándose mucho a lo negro. Supongo que en otras facetas de la compleja sociedad actual ocurrirá lo mismo; pero por una parte, tengo la suerte de no enterarme, y por otra, me importa bastante menos, porque no va a ir uno por ahí cargando con el mundo a cuestas. Así que cada palo aguante su vela; y a los informadores del motor nos ha tocado, en los últimos años, aguantar la de hacer de receptores de toda esta variopinta colección de trabajos, que nos llegan con la intención de que luego se los traspasemos a Vds, los sufridos ciudadanos de a pie.

Tras de los últimos y cada vez más frecuentes bombardeos, creo haber dado ya con la dinámica del asunto. Un organismo, institución, empresa, observatorio o gabinete quiere darse a conocer ante el gran público; con la idea subyacente, pero para mí muy clara, de hacer méritos, conseguir algún encargo, quizás subvenciones, o simple notoriedad (y luego ya vendrá lo otro). Y como no es cuestión de anunciarse en la TV como si fuesen un detergente, un abrillantador de lavavajillas o un desatascador de cañerías (vaya lata que dan estos tres productos), proceden a actuar con la siguiente secuencia: realizan una encuesta entre el personal (con medios propios si los tienen, o encargándosela a su vez a un suministrador externo), o bien una estadística sobre datos tomados de organismos oficiales; en ambos casos tabulan mejor o peor los resultados, y bajo unos titulares que resulten impactantes y llamativos (esto es fundamental), se los pasan a alguna o mejor a todas las agencias de noticias, las cuales a su vez, y en cumplimiento de su labor, nos los trasladan a los medios de información. El resultado final ha pasado por varias redacciones, por lo general cada vez más cortas e imprecisas, pero manteniendo –eso sí- el o los titulares altisonantes.

Y llegados aquí, es posible que esos medios vuelvan a hacer lo mismo: repetir los titulares llamativos, recortar a su vez la redacción por enésima vez, y trasladársela a Vds, porque con algo hay que rellenar el espacio, sea de papel, de pantalla o de tiempo radiofónico. Y también puede ocurrir que acaben dando con un hueso duro de roer como servidor de Vds, al que le viene muy bien la oportunidad no para transmitir servilmente los resultados de la encuesta, estadística o lo que sea, sino para intentar poner los puntos sobre las íes. Y así yo también relleno mi espacio, pero intentando ponerme en la piel del receptor último de la información, que es el gran público. Al cual me desagrada se le intente manipular o, como mínimo, desinformar con la publicación de algo que tiene como objetivo último que se escriba -en caracteres cuando más grandes mejor- que “según el estudio realizado por la empresa Tal y Cual, se ha descubierto que el 0,7% de los pollos que nacen en granjas avícolas nacen con dos cabezas”. Y ya hemos conseguido que “Tal y Cual” tenga su cuarto de hora de gloria; ese al que, según Andy Warhol, todo el mundo tenemos derecho, al menos una vez en nuestra vida. Lo mismo que lo consiguió él para el famoso bote de sopa de tomate Campbell’s, que nunca he sabido si se lo agradeció adecuadamente (el fabricante; no el bote, evidentemente).

Pues bien, la última perla cultivada sobre temas automovilísticos que ha llegado a mi conocimiento, y de cuyo origen “Tal y Cual” no pienso dar la menor referencia, se resume muy aproximadamente del siguiente modo:

“Los coches con más de 10 años de edad tienen el doble de posibilidades de sufrir un accidente; y los de más de 14 años, el triple. Ello se debe al progresivo descuido en su mantenimiento, y también a que disponen de menos ayudas a la conducción. Y además, su mantenimiento resulta más costoso cuanto más antiguos sean.”

Eso es, muy resumido, el contenido del análisis estadístico; pero es que no hay mucho más, aunque la nota de prensa sea bastante más extensa, porque el núcleo duro de la información se resume en ese corto párrafo. Así que vamos ya con el desguace de la noticia, para ver a qué conclusiones llegamos.

En primer lugar, falla la redacción, confundiendo “posibilidad” con “probabilidad”. Porque como posibles, hay muchas cosas que lo son, y basta; pero como probables, están condicionadas por una graduación que va del 0% (imposible que ocurran) al 100% (es seguro que ocurrirán). Pero esto es lo de menos, porque la intención queda bastante clara; y lo estaría mucho más si, aunque se hubiera redactado como probabilidad en vez de posibilidad, se hubiese dicho respecto a qué o quién se toma como referencia para calcular esa mayor o menor probabilidad. Es de suponer que se quiere referir a otros coches; ¿pero cuáles?

También aquí podemos darle al redactor de tan imprecisa información el beneficio de la duda, y dar por hecho que se refiere respecto a un coche nuevecito de este año. Pero no es suficiente, ya que todavía tendríamos una enorme diversidad de posibilidades: podría ser respecto a uno de su mismo segmento, pero con las múltiples variaciones debidas al equipamiento de seguridad que dicho coche, el que sirve de base comparativa, lleve encima, ya sea de serie o como opciones. Pero también podría ser, tirando por alto y puestos a ensalzar la mayor seguridad de los coches actuales, siempre frente a un Audi A8 quattro cargado con todas las opciones de ayudas a la conducción que existen en su interminable lista de equipamiento.

Pero podríamos darle la vuelta a la tortilla: ¿de verdad que un Audi A8 quattro de hace catorce años (porque ya existía con tal mecánica), bien mantenido, con menos de 100.000 km (7.000 al año), y con todas las posibles ayudas ya disponibles en aquella fecha, tendría tres veces más probabilidad de tener un accidente que un segmento A/B actual básico de origen asiático, de los que hay en oferta unos cuantos en nuestro mercado?. Porque el citado informe generaliza con el “progresivo descuido en el mantenimiento”, pero ni todos los coches lo han tenido por igual, ni el equipamiento de hace catorce años era el mismo en todos los coches.

Claro que si la encuesta se ciñe (aunque no se diga explícitamente) a coches de hace catorce años sin ninguna ayuda a la conducción (¿ni siquiera servofreno ni servodirección?), habría que puntualizarlo; porque en tal caso, ya serían más peligrosos que uno actual incluso en el momento de haberlos comprado. Con lo cual nos enfrentamos al dilema: los coches se vuelven más peligrosos ¿por la edad, por el equipamiento, por el simple kilometraje, o por el mantenimiento que se les venga dando? Y esta disyuntiva, que sin duda es la clave del asunto, parece ser que resulta excesivamente compleja para los autores del informe: con combinar catorce años y triple mayor posibilidad, ya lo dan todo por resuelto. Pero no es lo mismo un coche viejo (simplemente por edad) que cansado (por kilometraje).

Por otra parte, de lo que se habla es de tener un accidente, no una avería; aunque una avería previa puede dar lugar a un accidente, si es por rotura o fallo de algún elemento de seguridad: suspensión, dirección o frenos. Y a este respecto, como ya hemos indicado en el párrafo anterior, el coche más antiguo ya está condenado de antemano; puesto que no disponía, en promedio, de tantas ayudas a la conducción como uno actual. Y ello, aunque con catorce años esté mantenido en condiciones idénticas a las de su salida de fábrica, tiempo atrás. Por las mismas, llevando las cosas al extremo, habría que prohibir circular a todo coche que no tenga como mínimo ABS y ESP; y si nos ponemos exigentes, control de crucero con radar de proximidad, y detección de obstáculos y peatones.

Se pueden hacer toda clase de combinaciones: un coche antiguo, incluso con frenos de tambor, pero con buenos neumáticos nuevos, frenará en mojado mucho mejor que uno actual con ABS pero con los suyos al límite legal de 1,6 mm de profundidad de dibujo; porque este último no bloqueará las ruedas, gracias al ABS, pero tampoco frenará apenas nada, y seguirá recto como una piedra. Es decir, mientras en este asunto no se enfrente con seriedad que la probabilidad del accidente depende de la edad del coche (que en parte y sólo en parte, condiciona su equipamiento), del citado equipamiento (sea moderno o antiguo), del mantenimiento, y del kilometraje que lleve en el cuerpo (vulgo bastidor), no vamos a ninguna parte.

Hay componentes del vehículo que envejecen por el uso (kilometraje) y otros por la edad, ya sea por obsolescencia programada o por pérdida de cualidades del material (algunos plásticos). Y en cuanto a la carestía del mantenimiento, hay sus más y sus menos; lo que sí puede ocurrir es que cada vez sea más difícil encontrar el repuesto adecuado. Pero por poner un ejemplo, en el caso de los “coches bizcos” que tanto abundan y a los que ya me he referido en diversas ocasiones, no hay duda de que es mucho más barata la clásica lámpara de cruce-larga de filamento incandescente de tungsteno de 45/40 vatios, que un faro de xenón de alcance autorregulado y orientable, que a lo mejor hay que cambiar como un conjunto completo.

Otra consecuencia de un informe como éste, tan genérico y sin las puntualizaciones necesarias, es que casi equivale a negar el interés de la existencia de las ITV; llevando las cosas al extremo, a partir de que el coche cumplan la edad de tener que pasar la primera revisión, se le retira el permiso de circulación, al desguace, y a por un coche nuevo (¡ah!, y que ya traiga una larga lista de ayudas a la conducción, aunque la mínima actual ya va teniendo bastante longitud).

No es que se me pase ni tan siquiera por la cabeza la idea de que semejante informe pudiera estar patrocinado a medias por las compañías de seguros y la industria fabricante (de serlo, estaría realizado con bastante más aporte de datos, que hay muchos); pero ya lo dijimos en alguna de las entradas anteriores: “lo mejor es enemigo de la bueno”, y por ese camino, acabaríamos prohibiendo los coches con más de cuatro o cinco años de edad, con pocos o muchos km. Porque continuamente seguirán apareciendo ayudas a la conducción (ya electrónicas en su mayoría), que algo aportarán a la mejora de la seguridad. Y de esta manera, entraríamos en una espiral consumista que no cuadra con la actual concienciación respecto a la crisis.

Finalmente, nada se dice respecto a los conductores; pero admitiendo que entre estos hay una gran disparidad, y también que los de todo tipo se pueden combinar con todo tipo de coches –viejos y nuevos, más y menos equipados-, no es menos cierto que estadísticamente observamos en carretera que los coches más antiguos son conducidos no sólo a velocidad claramente inferior a la de los más modernos, sino también arriesgando bastante menos en las maniobras más comprometidas, como frenadas y negociado de curvas. Y es que los conductores, sean mejores o peores, en su conjunto son conscientes de que un coche más antiguo, con bastidor menos y peor equipado, requiere una conducción más pausada y con márgenes más amplios. Pero reducir el problema a la edad del vehículo es una simplificación tan radical que les quita todo el valor a las conclusiones del estudio, ya sean las de la doble o triple “posibilidad” de accidente, u otras.