Había pensado titular esta entrada como “Coches para idiotas”, pero me pareció un título demasiado agresivo, y finalmente me decanté por el mucho más aséptico que figura ahí arriba. El cual, además, queda mucho más culto, con ese adjetivo de raíz griega que viene a añadirse al de ergonómico, ya bien conocido y de similar raíz etimológica. La verdad es que si hubiese puesto “táctil” el significado hubiese sido el mismo; pero puesto que los señores de Bosch han preferido decantarse por lo griego en vez de lo latino, y el pedal es suyo, pues adelante con lo de háptico. Pero en cualquier caso se trata de definir un fenómeno de tipo sensorial, que nos llega a través del sentido del tacto.

En pocas palabras: se trata de un pedal (de acelerador en este caso) que, bajo determinadas condiciones, se pone a vibrar. No es lo mismo que lo del pedal de freno cuando entra en acción el ABS, pero le anda muy cerca; en ambos casos se trata de transmitirnos una información de que algo concreto y puntual está ocurriendo. Aunque en el caso del ABS es algo que ocurre porque nosotros así lo queremos (frenar a fondo, hasta el límite de adherencia); mientras que, en el caso del pedal háptico, el aviso es que ocurre algo que, en principio, se supone no queremos que ocurra. Dicho en román paladino: nos indica que estamos acelerando muy a fondo y, por lo tanto, consumiendo demasiado.

Claro que ese cálculo de lo que es pisar “muy a fondo” y consumir “demasiado” lo realiza un algoritmo que los señores de Bosch han predeterminado, sin conocer las circunstancias concretas en las que nos encontramos; y que nos pueden llevar (o no, ahí radica la cuestión) a pisar tan a fondo y a propósito para tener dicha aceleración, aunque sea a costa –porque nada sale gratis- de tener un consumo puntual elevado.

A juzgar por la información de la que dispongo, la advertencia háptica tiene dos niveles: primero un ligero cosquilleo, que posteriormente pasa a ser una vibración claramente perceptible, cuando el pie se nos va casi a fondo del recorrido. Al fin y al cabo, no se trata más que de una sofisticación de uno de los elementos del programa “Normal/Sport” que muchos coches incorporan, según el cual se modifica tanto la respuesta del pedal de acelerador a igualdad de accionamiento del mismo, como la asistencia de la dirección, la rigidez de la amortiguación y, en los automáticos, los puntos de cambio de marcha.

Sólo que en este caso no es que se modifique la ley que regula los porcentajes de apertura de la mariposa de gases respecto a desplazamiento del pedal; sino que, sea cual sea dicha ley, en sobrepasando ciertos límites (que a su vez probablemente tendrán en cuenta también el régimen de giro y quizás incluso la marcha insertada), primero nos envía un cosquilleo y luego una vibración para advertirnos de que estamos consumiendo mucho. Y de ahí viene mi primera intención de titular esta entrada como “Coches para idiotas”, porque mucho hay que serlo para no saber que, cuando pisamos más a fondo y el motor responde, puntualmente está consumiendo más; y eso tanto por segundo de tiempo transcurrido con el pedal así apretado, como incluso por metro recorrido. Aunque en esta segunda comparación, en una proporción menor que en la primera; y sobre todo eso me gustaría dialogar con Vds.

Creo que ya son muchas las veces en las que he comentado algo que debería caer por su propio peso, pero que a los apóstoles de la conducción ultraeconómica no parece acabar de entrarles en la cabeza; o quizás sea que prefieren obviarlo, para enviar simplemente el falso mensaje de que yendo más despacio se acaba tardando lo mismo. Y mi comentario es el siguiente, y con esta ya van tropecientas veces: a igualdad de circunstancias de vía, densidad de tráfico, condiciones climátológicas y habilidad del conductor, yendo más lento se consume menos, y recíprocamente. Lo que no vale es pretender de golpe convertir en bueno a un conductor malo, o hacerle creer, a cualquier conductor, que no tiene interés en llegar más pronto a su destino, cuando hay circunstancias reales que le imponen cierta urgencia.

Bien está lo de cambiar la ley del pedal con el doble programa, para que el conductor un poco descuidado y con “pie de plomo” no acelere de forma demasiado brusca cuando ni tan siquiera él mismo lo desea; de ese modo, cuando quiera acelerar fuerte, tiene que meter conscientemente el pie muy a fondo de la carrera del pedal, y se ahorra dar acelerones innecesarios. El pedal háptico tiene la misma finalidad pero actúa siempre, incluso cuando consciente y voluntariamente queremos exigirle al motor, quizás no todo, pero sí un alto porcentaje del par que es capaz de suministrar al régimen en el que está funcionando. Y ese algoritmo predeterminado por Bosch es incapaz de adivinar cuando pisamos muy a fondo por distracción y cuando lo hacemos porque voluntariamente así lo queremos.

Porque vamos a analizar cuántas son las circunstancias en las que hay que olvidarse del consumo puntual y exigir potencia de la buena, dentro de las capacidades de nuestro vehículo. Para empezar, cuando queremos mantener un crucero relativamente elevado; es de suponer que, a una velocidad constante alta, pero no descabellada, el pedal no vibrará, y probablemente ni tan siquiera trasmitirá un cosquilleo; pero en cualquier caso, nos lo ahorraríamos si tenemos control de crucero. Viene luego cuando desde una velocidad más baja queremos acelerar para conseguir ese crucero, más o menos elevado, que deseamos mantener. Y entramos en la famosa discusión de si se consume más o menos acelerando a carga parcial en marchas intermedias, o pasando cuanto antes a la más larga y pisando a fondo hasta llegar al crucero elegido. Pero, en cualquier caso, es una decisión voluntaria, y maldita la gracia que tiene que el pedal se ponga a hacernos cosquillas en el pie cuando lo que realmente queremos es acelerar.

El siguiente caso podría ser el de subir un repecho sin cambiar de marcha. Claro que, en este caso, el algoritmo que rija la función háptica quizás sea capaz de distinguir que, si pisamos a fondo y el coche no gana velocidad, es porque estamos en una cuesta arriba, y entonces nos ahorramos las cosquillas. Con la actual sofisticación electrónica, sería perfectamente viable, como lo es para que el control de crucero mantenga, dentro de ciertos límites, una marcha constante cuesta arriba o cuesta abajo.

Pero creo que el caso más interesante debe ser el de la conducción en circunstancias de un tráfico relativamente denso, pero no congestionado; es decir, el que nos ofrece posibilidades de adelantamiento (incluso aunque sea en autovía, cambiando o sin cambiar de carril), pero debiendo acelerar para aprovechar el hueco que aparece, si no queremos perder la oportunidad. Y entonces es el conductor el que debe ser capaz de evaluar si le vale la pena intentar aprovechar todas y cada una de las posibilidades, acelerando para ganar una posición incluso a costa de tener que frenar una vez realizado el adelantamiento, o aceptar perder un poco de tiempo a cambio de mantener una conducción más fluida, sin continuas aceleraciones y retenciones. Lo cual, a su vez, vendrá condicionado por el hecho de tener mayor o menor urgencia por llegar a su destino.

En este caso, el pedal háptico puede jugar un buen papel, sobre todo con un conductor novato, para recordarle que está ejecutando una conducción que no le lleva apenas a ganar tiempo y sí, en cambio, estás aumentando el consumo. Per si al cabo de un mes de tener ese nuevo coche con tan curiosa innovación, no se ha dado cuenta del mensaje, es que no vale la pena seguir insistiendo; se trata de un tipo nervioso, excitable, y con poca o nula capacidad de autocontrol, para el que no sirve ni el pedal háptico ni tal vez un cursillo de perfeccionamiento de conducción. Y recíprocamente, a un conductor simplemente normal, después del citado mes, ya le podríamos quitar la función háptica, porque sin necesidad de ella, ya habría interiorizado la inconsecuencia de ir dando acelerones para no conseguir prácticamente nada a cambio.

En cantidad de ocasiones he manifestado mi recelo frente a la cada vez mayor cantidad de optimizaciones electrónicas que colaboran a hacer la conducción no ya más segura (perfecto lo del ABS, el ESP y algunas cosas más), sino más independiente de que el conductor actúe bien o mal, lo que podría ir produciendo la sensación de que podemos ir delegando la responsabilidad en la máquina, y abstraer nuestra atención hacia otros derroteros. Pero es que al final, una y otra vez nos recuerdan que la responsabilidad última de lo que ocurra es siempre del conductor. Así pues, hay que distinguir entre las ayudas que corrigen posibles errores del conductor (los citados ABS y ESP) y las que suplantan su acción, llevándole a una actitud de indolencia porque el “robot” ya se encarga de “casi” todo.

En el caso concreto de este pedal háptico no hay tal problema; simplemente es una más de las ayudas que tienden a suplantar lo que el conductor debe saber y aplicar: que cuando se pisa más a fondo se consume más, y evaluar por sí mismo si debe o no hacerlo. Por ello pensaba yo en los del “coche para iditas”, que parece se va extendiendo más y más. Todo depende de que tengamos un planteamiento fatalista, dando por hecho que el conductor medio cada vez lo será más (idiota, me refiero) y por ello mejor será suplantarlo en lo posible; y luego estamos los que tenemos el concepto, quizás anticuado y maximalista, de que lo que necesitamos son conductores con un nivel de competencia, prudencia, y educación lo mas elevados posible. Porque desde luego, si hacemos “coches para idiotas”, es muy probable que el nivel medio, en cuanto a conducción, vaya derivando hacia tan lamentable condición. Que así no sea.