¡Por fin, ya hemos estrenado el Accent!  Os recuerdo, para quien no siga mis peripecias automovilísticas, que soy co-propietario desde hace pocos meses de un Accent GT, coche con el que pensamos correr los 500 km de Alcañiz en Motorland, en diciembre.  Sí, ahí estaremos, entre los SEAT León de la Supercopay LR, los Clio de la Clio Cup, los MINI de la MINI Challenge y unos cuantos más (el año pasado participaron, entre otros, Ginetta G50, KTM X-Bow, Abarth 500, Mitsubishi Evo, Peugeot 207, Volkswagen Golf…).
Obviamente no vamos a ganar a ninguno de los anteriores. Nuestra intención es pasárnoslo bien y, si es posible, quedar los más arriba posible en nuestra categoría en la que previsiblemente habrá pocos coches.
Nuestro Accent es de la primera generación. Tiene el motor de serie (1,5 litros, supuestos 102 CV) con admisión directa y escape deportivo y la caja de serie. La carrocería está aligerada, tanto que por no tener, no tiene ni los nervios que dan rigidez al capó o al portón. No hay calefacción ni siquiera ventilación.  Lo que sí tiene es la obligatoria jaula de seguridad, el backet, el equipo de extinción, el sistema cortacorriente y unos frenos de competición.  También tenemos nuestro particular KERS, un botón que desconecta el alternador para ganar (o dejar de perder, según se mire) algunos caballos más.
El domingo pasado nos fuimos al Circuito de Alcarrás, cerca de Lérida. Nuestra intención era rodar por primera vez con el coche para hacernos a sus reacciones. Así que tras un madrugón en domingo, me puse rumbo al circuito. Llegué a las 8:30, antes que mis compañeros de faena —ellos iban con el remolque desde Huesca—.

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Lo primero que hicimos fue desmontar los slick y poner un juego de neumáticos de calle, para que las ruedas nos durasen lo máximo posible.  Y tras unos instantes cómicos (el gato hidráulico que habíamos llevado no entraba por debajo del coche y tuvimos que levantarlo con un gato normal), llegó el momento.

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Bueno no, no porque yo no cabía en el coche. Tuvimos que pelearnos un buen rato con el backet y sus sujeciones para poder reclinarlo un poco y ganar unos imprescindibles centímetros. Y es que dada la diferencia de altura de los tres pilotos cambiamos a última hora el anclaje fijo del asiento por unas guías con regulación longitudinal.

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Solucionado ese inconveniente y con una posición al volante compromiso para los tres, salí a pista. Fui el elegido porque era el que configurar el aparato que iba a medir nuestros tiempos por vuelta.  Me coloco el casco, me siento como puedo en el backet y arranco el coche. Comienzo mis primeros metros con él, desde el paddok al pitlane. Qué emoción…y qué nervios… Estaba a punto de rodar en un circuito con un coche que no había conducido nunca, al que habíamos puesto unos neumáticos distintos delante y detrás, y cuyos reglajes (caída y convergencias) no sabíamos si eran los adecuados.
Me tomo la primera vuelta con mucha calma. Los frenos funcionan, el volante gira las ruedas y al pisar el acelerador el coche gana velocidad. En las primeras curvas voy casi asustado esperando que el coche se saliese recto o se pusiese mirando al revés. Pero nada de nada. Poco a poco aumento el ritmo. Es mi primera experiencia con un coche de carreras y no tiene nada que ver con un coche de calle, por muy potentes que sean los que he podido conducir. La suspensión es muuuy dura y apenas tiene recorrido, en los apoyos el coche bota sin que la carrocería se incline.

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Según pasan las vueltas hay dos cosas que me tienen impresionado. Una los frenos, que no dan el más mínimo síntoma de fatiga y que tienen una capacidad de decelerar el coche mucho mayor que unos normales. La otra, el cambio de marchas. No recuerdo haber conducido un coche con un cambio manual así de bueno: la palanca va suave y las marchas entran con suma rapidez.
Poco a poco fuimos bajando los tiempos. A última hora decidimos cambiar las ruedas de calle por los slicks. Los montamos y, otra vez, salí de conejillo de indias. También es la primera vez que conducía un coche con slicks, neumáticos que hay que calentar para que alcancen la presión adecuada y den el agarre que deben dar. Para que os hagáis una idea, los traseros, en frío estaban a 1,8 bar y pocas vueltas después a 2,7 (la presión que nos habían recomendado era 2,3 bar).

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Tras las dos primeras vueltas a ritmo tranquilo comienzo a ir más rápido y compruebo como en las zonas rápidas, a partir de 100 km/h el coche comienza a vibrar como si fuese a autodestruirse. Sin duda estaban mal equilibradas las ruedas. Vuelvo a bóxes y cambiamos las delanteras por otras dos. Vuelvo a pista y repito el proceso hasta que se calientan algo. Ahora el coche ya no vibra tanto pero ahuecar ligeramente con el coche apoyado supone un sobreviraje como si estuviese en una pista helada. Y eso puede ser divertido en una curva lenta pero no en las dos de bajada que hay contra-peraltadas y que cogíamos en cuarta, gas a fondo. Y sino que le pregunten a Themis, que se le dio la vuelta el coche en esas curvas….
En el circuito había un expropietario de un Accent GT que corría en el CER y que nos ha aconsejado cambiar las cotas de la suspensión trasera para hacer el coche menos sobrevirador. Espero que tengamos dinero suficiente (seguimos buscando patrocinadores….) para poder entrenar una vez más antes de la carrera.

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Salvo esto, todo lo demás estupendo. Le hicimos al Hyundai unos 450 km, rodando casi sin parar. No se quejó ni dio síntomas de cansancio. Y nosotros nos lo pasamos teta.

Alfonso Herrero