En estas fechas es tradicional escribir una carta a los Reyes Magos, pidiéndoles que nos traigan todo tipo de regalos; yo voy a aprovechar para hacer lo mismo, aunque los destinatarios no sean exclusivamente Sus Majestades –cuya intercesión espero conseguir- sino muy específicamente los comentaristas que le dan vida a este blog, ya que sin ellos quedaría reducido a una especie de revista “on-line” del motor, con unas pruebas y unos comentarios editoriales. Como dice una “blogger” con más experiencia que yo, “un blog no es revista, no es periódico, no es enciclopedia, no es libro, no es radio ni televisión; es un cuaderno de bitácora personal en el que, aunque escribas sobre comida, tejido a crochet, cine o los astros, deberá verse reflejada tu alma y la pasión que sientes por el tema, pasión que quienes te leen también percibirán”. Y no sólo la percibirán, añado yo, sino que se da por hecho que la comparten; y ese es el nexo de unión entre el blogger titular y los comentaristas.

En nuestro caso, obvio es decirlo, ese tema que nos apasiona es el automóvil, su manejo, utilización y disfrute; ese fenómeno social que, como otros hitos cruciales de la civilización moderna –la imprenta, la prensa escrita, el ferrocarril, el teléfono, el cine, la TV y las actuales variantes de comunicación electrónica-, han revolucionado y estrechado las relaciones humanas en el último siglo y medio o poco más (imprenta y prensa son más antiguas, pero ¿cuánta gente sabía leer, y además leía prensa, antes de 1850?). Un fenómeno del que también nos interesan, por derivación, aspectos como el tráfico, la red viaria, su reglamentación, su negativa contribución a la contaminación ambiental, su futura evolución y su efecto dinamizador sobre la economía, el turismo y las formas de vida en general.

Y, por supuesto, la industria del automóvil: la de componentes y la de diseño primero y montaje final, donde cada coche adquiere el carácter y personalidad (mayor o menor, según los casos) que le dan su marca y su concreta tecnología y “modus operandi”. Pero personalmente esta industria me interesa en tanto en cuanto es absolutamente imprescindible para que el automóvil exista, puesto que alguien tiene que diseñarlo y construirlo (y luego mantenerlo, lo que nos lleva al taller de reparación). Ahora bien, no trabajo en dicha industria, aunque no obstante suelo defenderla de algunos ataques injustificados y poco informados, a la par que hago hincapié en el escaso margen de beneficio porcentual con el que trabaja, en comparación con muchas otras. Por otra parte, la industria y los que nos movemos en el mundillo de la información del motor compartimos una clientela común: el automovilista; aunque no todos los usuarios, ni mucho menos, se interesen por la comunicación que nosotros ofrecemos, y a la vez haya aficionados (en su mayoría muy jóvenes) que ni siquiera tienen automóvil propio.

Con lo cual volvemos al blog, en el que la colaboración de los comentaristas es imprescindible para que adquiera su auténtica dimensión. Dimensión que, como ya he dicho en ocasiones, la veo como una animada charla de barra de bar entre un numeroso grupo de personas que comparten esa pasión común a la que se hacía referencia en el primer párrafo. Y este carácter de charla le quita, al menos por mi parte, toda pretensión de impartir una tesis doctoral, sino simplemente opiniones; mejor o peor argumentadas, pero opiniones. Con una excepción: cuando doy cifras, sobre todo de obtención propia, pongo la mano en el fuego por su autenticidad; otra cosa es la fiabilidad que cada cual quiera darle a las condiciones de su obtención y a su interpretación, pero la cifra en sí va a misa.

Así pues, un blog y una charla en el bar tienen una diferencia inicial: la figura del blogger titular. En primer lugar, en un blog su titular tiene la exclusiva de elegir, en cada entrada, el tema o “topic” a tratar; es lógico, ya que es “su” blog. Luego, en los comentarios, el diálogo puede ir derivando hacia los que yo llamo temas colaterales; pero conviene que no demasiado, para no caer en el llamado “off-topic”, y que una charla sobre un tema concreto se convierta en un “breve resumen del mundo en quince tomos”. En segundo lugar, tanto en “Curvas enlazadas” como en muchos otros, el blogger titular es una persona conocida (aunque pueda estar oculta tras un seudónimo), mientras que los comentaristas sí que suelen ser anónimos y bajo seudónimo (aunque también no siempre). En tercer lugar, cualquiera es muy libre de iniciar un blog para contar su vida y milagros; pero por lo general, y más cuando hay una temática concreta, el titular suele ser un personaje ya conocido en ese campo. Lo que, al menos en principio, garantiza un mayor tráfico de comentarios; aspecto de cierto interés cuando el blog está inmerso en un portal internáutico que abarca no sólo ese blog y otros varios más, sino múltiples campos informativos, como es el caso de “km77”.

En mi caso concreto, y creo haberlo relatado ya en alguna ocasión, a mí me vinieron a buscar, cuando después de 48 años de ejecutoria en la prensa escrita del motor, me separé de dicha faceta de actividad; y no ya de un medio (km77 en este caso), sino también de otro, en el que también colaboro actualmente. En ambos casos, sus gestores ya venían insistiéndome desde tiempo atrás para que lo hiciera. Vamos, que no he venido caído de pronto del cielo, sino que tengo tras de mí una trayectoria profesional bastante prolongada; y por lo visto, lo bastante digna (lo de relevante que lo juzguen los demás) como para que, después de tantos años, me sigan buscando para que siga “dando la vara”. Y en ello estoy durante estos últimos cinco años; lo mismo que para haber prologado un excelente libro sobre la conducción y su aprendizaje, estar preparando ya otro prólogo sobre un coche de diseño y producción nacional, para formar parte de un estudio del INSIA en colaboración con la Real Academia de la Lengua para actualizar términos automovilísticos, o para dar próximamente unas charlas sobre el periodismo del motor en la Universidad Antonio de Nebrija.

Creo que es un curriculum que, al menos, me da derecho a un cierto respeto inicial, sin tener que estar ganándomelo en cada línea que escriba; lo cual no equivale a una patente de corso para estar diciendo majaderías una tras otra. Mi estilo no es el de Jeremy Clarkson, como tampoco lo son los respectivos medios ni el perfil de los receptores; en km77 el nivel está muy por encima del correspondiente a lo que se entiende como el “gran público”. Del mismo modo que tampoco escribo voluntariamente en plan provocativo, para incentivar el tráfico de comentarios: publico mis pruebas y mis informaciones sobre coches y temas variopintos (dentro del entorno automovilístico) que considero curiosos o atractivos. Pero siendo siempre consciente de que no todos esos temas van a ser del interés, o incluso del agrado, de todos los comentaristas, incluso de los más habituales; como ya dijo el genial humorista “el Perich”, “gustar a todo el mundo, lo que se dice a todo el mundo, no lo ha conseguido ni el jamón ibérico”.

A partir de ahí, todo el mundo tiene derecho a opinar siempre, a criticar cuando les parezca oportuno, a respaldar esas críticas con argumentos si es posible, y a ser tratado, como en los comentarios cruzados entre los propios comentaristas, con una mínima cortesía y educación. Creo que la inmensa mayoría, por no decir la casi totalidad de los participantes en km77, estamos de acuerdo en evitar recurrir a argumentos “ad hominem” cuando no hay un razonamiento en el que apoyarse, huyendo de la imagen deplorable que se observa en algunos foros y blogs de Internet donde el insulto, el racismo (y la pésima ortografía) campan por sus respetos.

Vuelvo a insistir en el enfoque de conversación de barra de bar, y no de tesis doctoral; ya he comentado en muchas ocasiones que procuro escribir de memoria siempre que buenamente puedo, sin ir a bucear en Internet más que cuando lo considero imprescindible para lo que constituye la esencia de la prueba o del tema central de la entrada. Están muy equivocados los que creen que, a su vez, me presento ante una especie de tribunal popular para seguir haciéndome acreedor a no sé muy bien qué laureles: a estas alturas de la película disfruto simplemente con comunicarles a Vds los hallazgos de mis pruebas, deducir las conclusiones que me parecen oportunas (acertadas o no) y sacar a la palestra temas varios que considero curiosos o de interés. No escribo obsesionado por “que no me pillen”, actividad que a una exigua minoría parece que todavía le estimula; sobre todo cuando se trata de aspectos colaterales, que a mi juicio no justifican darle a Google para confirmar si tal o cual acontecimiento tuvo lugar en 1956 o 1958. Hacerlo para “pillar” podrá ser entretenido para quien no tenga mejor cosa que hacer; hacerlo para cada detalle nimio a fin de que no “me pillen” es algo que me supera, y no estoy dispuesto a entrar en ese juego.

Pero ello no justifica convertirme en un muñeco de feria del “pim, pam, pum” para el tiro al blanco del primero que se presente; tanto los comentaristas como yo mismo somos merecedores de un cierto respeto. Porque una cosa es un comentario entre irónico y humorístico, y otra muy distinta el ataque personal, saliéndose de la argumentación crítica. Se puede e incluso se debe criticar aquello con lo que no se está de acuerdo; pero al concepto y no a la persona que lo emite, salvo que previamente esa emisión haya ido acompañada a su vez de un ataque no debidamente justificado. De lo contrario, se entra en una espiral de la que no se acaba de salir nunca.

Por una de estas fases ya pasamos hace unos años, en los inicios de este blog; cuando unos pocos, muy pocos, parecían querer jugar al “rey de la montaña”, para demostrar quién es el que más sabía “de coches”. Por suerte, las aguas se serenaron y hemos tenido unos años de tranquilidad y creo que fructífero intercambio de opiniones que enriquecen mutuamente a todos los participantes; y que es, junto al simple hecho de pasar el rato, uno de los aspectos más agradables de esta charla de barra de bar. Pero en las últimas semanas, o muy pocos meses, parecen haber vuelto a crecer las mismas hierbas, y algunos comentaristas han vuelto unos a querer imponer sus criterios acerca de los temas que son o no son publicables, y otros a denigrar acremente bien el contenido global de una entrada o bien aspectos más o menos marginales de la misma. Olvidando la premisa fundamental: es “mi” blog”, y al menos la elección original del tema me corresponde a mí; y en cuanto al contenido, que una cosa es la crítica al concepto y otra el ataque personal. ¿Qué es lo que les molesta: no poder hacer ellos lo mismo? Como ya dije antes, crear un blog es muy fácil, al alcance de cualquiera.

La cuestión es que, con una diferencia de muy pocas semanas, recibimos los dos siguientes comentarios: “Menudo petardo de artículo, D. Arturo. ¿No hay nada más interesante que escribir que comentar el restyling de un modelo del cual no se han vendido más que 3 o 4 unidades en España este año?. ¿Para quién escribe usted, D. Arturo?”. Y el siguiente: “Se habrá quedado usted a gusto, D. Arturo, después del petardo de entrada que nos ha regalado. ¡Esto es periodismo técnico puro del motor, sí señor!.” Como se verá, dos intentos, un tanto violentos en su expresión, de querer condicionar, en función de apetencias personales, el contenido de los temas de libre elección, al margen de las pruebas. A lo cual me pareció oportuno responder lo siguiente, y que me perdonen la autocita los que ya la leyeron:

Parece que últimamente hay una confabulación (espero que no orquestada) para tachar de petardo, tostón y calificativos similares lo que escribo; a lo cual tienen Vds todo el derecho del mundo, como D. Javier Moltó ha dejado muy claro en su blog en múltiples ocasiones. Pero por lo que ya no acabo de pasar es porque parece que dichas críticas llevan incorporado el derecho a controlar los temas sobre los que debo escribir o no escribir. En el caso de hace dos entradas, parece que tenía que ser sobre coches que se vendan a punta de pala. Y en el otro, sobre “periodismo técnico puro del motor”. ¿De dónde se sacan Vds semejante encasillamiento, e incluso parece que el derecho a exigirme que me ciña al mismo? ¿Acaso no advierten Vds que, de vez en cuando, aparecen opiniones bastante positivas sobre temas que se separan, y bastante, del periodismo técnico puro? ¿Y por qué su opinión ha de ser ni más ni menos valiosa que la de esos otros comunicantes? Lo que yo no puedo hacer, y es que ni me lo planteo (porque sé que es imposible), es escribir todas las entradas para que le gusten a todo el variopinto plantel de seguidores más o menos asiduos de este blog. Pero lo que sí me extraña es que a algunos les cueste admitir algo tan evidente que casi da reparo tener que señalarlo.”

También en relación con el anuncio de interesantes modificaciones sobre un modelo de Jaguar, y la denominación del “año/modelo” al que dichas modificaciones correspondían, recibimos la siguiente comunicación: “Me sorprende que alguien con tantas batallas encima como Arturo de Andrés no sepa este detalle y dedique toda una entrada de su blog a criticar algo que no es cierto. A criticar un retraso desde la presentación de un modelo hasta su venta al publico. ¿Y dice vd. que el capó es nuevo en el MY16?”

Como se verá, el comunicante primero me encuadra arbitrariamente, para luego poder atizarme debidamente. Si yo digo que el capó es nuevo, se debe a que lo dice la marca en su comunicado de prensa; no me lo he inventado yo. Para luego acabar reconociendo, en un párrafo que no copio, que efectivamente es nuevo, y dar los motivos por los que lo es; pues haber empezado por ahí, aportando información complementaria, en vez de criticar adjudicándome una invención que no es tal. Es decir, criticar por criticar, aunque sea manipulando el contenido de mi información. Y ya de forma global, se despacha sentando la base de que critico algo que no es cierto, y así poder asombrarse de que no conozca ese detalle. Claro que al respecto ya le respondió adecuadamente otro comunicante coincidiendo con mi postura y aportando argumentaciones; así que ya éramos dos los equivocados.

Y al poco, de nuevo un comentario a cuenta del análisis comparativo de los consumos de los cambios de tipo DSG respecto a los manuales; un análisis en el que, previsora y previamente, yo ya había introducido el siguiente párrafo, para dejar claro el limitado alcance del mismo: “Por supuesto, este análisis no tiene una precisión científica, ni mucho menos; pero creo que sí está lo bastante ajustado como para detectar una clara tendencia. Sea como fuere, pasamos a ofrecer los datos y las conclusiones estadísticas, y que cada cual las valore como mejor le parezca.” Es decir, se dice claramente que lo más que se puede deducir es una tendencia, y no un resultado terminante.

Pues bien, semejante aviso previo el comunicante lo pasa por alto, y comenta lo siguiente: “Una entrada que viene precedida de una apreciación errónea (¿falta de información?). Y que después continúa con afirmaciones de dudosa imparcialidad. Todo en general queda en evidencia y deja en mal lugar a alguien del que siempre espero mas”. Celebro mucho que esperen más de mí, pero ya he dicho que mi blog no es un tribunal de exámenes; unas veces estaré más o menos brillante, y otras más o menos obtuso, qué le vamos a hacer. Pero en cualquier caso, no es con afirmaciones gratuitas como las arriba expresadas con lo que va a desmontar mis conclusiones. Y para ello todo lo que aporta es lo siguiente:

“Se comparan versiones con diferente motorización. Incluso en ocasiones, en diferente carrocería (A3 vs. León). Y se concluye, alegremente, que los DSG consumen un 7,34% más que los de cambio manual. Y se sigue con un desglose pormenorizado de cifras, a cual mas hilarante, de resultados parciales. Con muestras absolutamente ridículas como para lanzar conclusiones”.

La única ocasión de mezclar motorizaciones distintas (por 10% de cubicaje y 20% de potencia), si bien de tecnología absolutamente idéntica, se advierte y justifica porque la potencia es tan elevada que no se utiliza al máximo prácticamente nunca en la prueba, y su repercusión comparativa es muy inferior que cuando nos movemos de 100 CV para abajo. Y si buscamos una tendencia, y no un resultado científico, comparar A3 y León (idéntica plataforma y similares peso, tamaño y aerodinámica) no creo que sea como para clamar al cielo. Por su parte, los datos (total y parciales) son un valor numérico que malamente puede ser ni alegre ni triste, sino una simple cifra; pero la intención peyorativa está clara, como considerar que un desglose de cifras, “per se”, pueda ser hilarante. Y en todo momento, ignorando la advertencia previa de que el análisis simplemente buscaba una tendencia, que las alegres e hilarantes cifras parecen haber venido a confirmar (más de un 7% de tendencia ya es para tomarlo un poco en serio).

Pero lo mejor es que nuestro comentarista acaba por escribir: “Sí; los cambios de doble embrague suelen consumir más en condiciones de uso real (ya sea por pérdidas, peso, etc). Pero, por favor, no juguemos a dar cifras ni a inventarnos nada con datos tan exiguos y tan sesgados”. Es decir, nuestro comunicante se siente facultado para afirmar, según parece por observación “a ojímetro”, que los DSG consume más en condiciones reales de uso; pero yo no puedo ni tan siquiera buscar una tendencia en unas pruebas realizadas en condiciones muy controladas y similares unas a otras. O sea, que si yo comunico una tendencia apoyándome en pruebas meticulosas es inventarme algo; pero si él lo afirma sin aportar más que su opinión (que no dice en qué observaciones está basada), ya es artículo de fe.

Todo lo cual acabó dando lugar a que otro comentarista le retrucase irónicamente lo siguiente: “¡Ché, qué “listo” es Vd! Una proposición: ¿por qué no se monta un blog sobre el tema? Seguro que, con todos sus conocimientos, tendría tanto éxito como el de D. Arturo. O no.” Dejemos en el aire esta última duda, y pasemos a otras facetas. Porque todavía hay más, y esto sí que es revelador.

En otro párrafo de la crítica dice así: “Sólo utilizo lo que está a mi alcance en Internet. Y a su alcance si quiere. Si se esfuerza un poquito, vera como es posible escribir entradas con cierto rigor informativo.” Lo curioso es que unas semanas antes, se había recibido otro comentario, de los que no les gustaba un cierto tema, que decía lo siguiente: “Vaya tostón nos ha metido. Háblenos de cosas interesantes, de aquello que no se encuentra por Internet”. Es decir, que según uno, debo estar consultando Internet continuamente (por lo visto, me esfuerzo poco); aunque ya dije que procuro escribir de memoria, y no como otros que quizás necesitan estar continuamente recurriendo a dicha fuente para paliar su falta de retentiva o de conocimientos. Pero para el otro, lo que tengo que hacer es comentar algo que todavía no venga en Internet (cosa difícil, por otra parte). El diametral enfrentamiento de opiniones sobre un simple tema puntual (consultar Internet) ilustra bien a las claras unas posiciones críticas predispuestas a la descalificación. Sería interesante poner frente a frente a ambos comentaristas, para ver si, de una vez por todas, nos iluminan acerca de cómo debe encauzarse este blog; sería fascinante.

Y nos queda el último detalle: había una única comparación en la que la tendencia se salía estridentemente en sentido contrario a todas las demás, que poco o mucho eran coincidentes en el mismo sentido (lo cual ya era para dar que pensar). Por ello, hice previamente la siguiente aclaración, muy pormenorizada y justificada: “Lo primero que haremos es prescindir de la “oveja negra”, que son los motores ACT de VAG, con desconexión de cilindros; y no los eliminamos porque estropeen un resultado que en todos los demás casos es unidireccional (con porcentajes de menos del 1% hasta más del 18%, pero siempre en el mismo sentido), sino porque el resultado se debe mucho más a la peculiaridad de la mecánica que al tipo de transmisión utilizada. Como ya se dijo en la prueba del Ibiza FR con cambio manual, la causa es la notable diferencia de desarrollo final entre ambas versiones; lo que unido al muy peculiar comportamiento del motor, con un par disponible de só1o 100 Nm hasta 4.000 rpm en funcionamiento de dos cilindros, hace que el consumo oscile de modo notable entre ambos tipos de transmisión, en función de la orografía, trazado de la carretera y velocidad mantenida”. Es decir, que entre el bajo par con dos cilindros y la diferencia de desarrollos, queda enmascarado por completo el influjo de los respectivos tipos de transmisión, que es lo único que buscábamos.

Pues bien, a pesar de tan sincera y creo que argumentada explicación, el comentario es el siguiente: “Eso sí: si hay algún caso que desmonta su teoría poco menos que magufa, se elimina sin ningún tipo de problemas, como los motores ACT. Sí senyor. Ni Goebbels.”

Valga(en todos sus comentarios) lo de “ny” por “ñ” si su teclado no dispone de esta última, o incluso porque le da la gana de hacerlo; y ya puestos, ¿por qué no “l.l” (otro comunicante ya lo hace, y todos tan contentos)? Pero lo de “magufa” ya me supera; le he dado a “sinónimos”, he rebuscado (de memoria) en los cuatro idiomas y medio en los que, mal que bien, me defiendo (y no incluyo el catalán, pese a entenderlo), y sigo sin tener ni repajolera idea de lo que significa, pero no debe ser nada bueno. Pero en todo caso, no será peor que lo de compararme, más o menos sesgadamente, con el sedicente “Dr.” Goebbels, y por ahí sí que no paso. Ni soy marxista, ni menos aún nazi; en realidad, aborrezco todos los totalitarismos, sean de izquierdas, derechas o teológicos, para dejarlo claro. A diferencia (entre otras muchas) de Goebbels, no hago propaganda ni publicidad de nada (vamos, que no trabajo en Comercial o Marketing).

Cuando ataco o defiendo algo con pasión en temas automovilísticos, es en función del automóvil como fenómeno social en general, de su usuario (en especial del aficionado), y de la industria que lo diseña, produce y comercializa. Pero en las contadas ocasiones que exigen posicionarse, porque hay intereses encontrados, estoy antes con el usuario que con la industria, porque como dicen que dijo Aristóteles, “soy amigo de Platón, pero más lo soy de la verdad”. Y para mí, esa verdad son antes el automóvil como tal y sus usuarios, que la industria; la cual, como todas ellas, se ve obligada a utilizar técnicas publicitarias y de comunicación que en la actual sociedad de economía de mercado son poco menos que imprescindibles. Pero no por ello todos hemos de comulgar con ellas a pies juntillas; respeto personalmente a quienes trabajan en esos departamentos, porque para eso les pagan, pero si la actuación me parece lo bastante equívoca como para inducir a error al usuario, lo denuncio, como en el cambalache de jugar arbitrariamente con las denominaciones de “año/modelo”.

Si la industria –quizás obligada, o no, por sanciones en caso de ocultación- ya se denuncia y critica a sí misma en los casos de llamar a revisión a miles de unidades por un ligero defecto, ¿por qué no vamos a poder criticar desde fuera maniobras que nos parecen claramente enturbiadoras de la realidad? Muy mal estaba lo de Goebbels y su Ministerio de Propaganda; aceptable es lo de Comercial, Marketing y Publicidad en la sociedad actual (mientras no pretendan ser intocables); pero inaceptable es ser fiscalizado anónimamente, de forma sesgada y personal, por alguien cuyo seudónimo, en la segunda acepción de su traducción del inglés, es la de “asesino”. Una elección de “nick” que, cuando menos, resulta preocupante.